viernes, 12 de octubre de 2007

Regalo especial

Mi mujer jadeaba con un ritmo continuado. El chico que tenía encima la follaba despacio, sacando casi toda su enorme polla antes de metérsela de nuevo hasta el fondo, momento en el que ella emitía su gemido rítmico. El chico era un experto, además de estar excepcionalmente dotado. Sabiendo que a mi mujer le cuesta llegar al orgasmo vaginal (conmigo nunca llega), él alternaba el ritmo lento con el rápido, y las penetraciones profundas con las superficiales. Y tenía un gran vigor, pues ya llevaba más de veinte minutos bombeando.

Ella le tenía agarrado de la cabeza y acariciaba su cabello, aunque a veces estrujaba el pequeño y apretado culo de su joven amante. Éste acercaba a veces sus labios a los de ella y se encontraban en un intenso beso, para luego sacar sus lenguas y entablar un tórrido combate entre ellas mientras él le decía algunas ordinarieces que parecían excitar aún más a mi mujer.

Llegó un momento en que mi mujer rodeó con sus piernas el cuerpo de él; su orgasmo estaba cerca y no quería perderlo. El chico se dio cuenta y aceleró las embestidas. Adentro, afuera, adentro, afuera, jadeos, chillidos, y mi mujer se corrió con la polla del chico profundamente hundida en su vagina.

El chico se entretuvo un rato antes de sacarla; cuando lo hizo mi mujer dio un respingo y su sonrisa traslucía felicidad. La verga del joven estaba en todo su esplendor, muy gruesa, tiesa, brillante por los fluidos de mi mujer mezclados con los suyos propios. Al verla me avergoncé un poco. Miré a la mía, que a pesar de estar tiesa por lo que estaba contemplando no llegaba ni a la mitad de la suya. El chico se alzó victorioso ondeando su bandera hacia la boca de ella. Mi mujer la tomó y se metió el grueso glande en la boca mientras recorría toda su gran longitud con la mano. Él empezó a jadear y a ponerse tieso, mientras pellizcaba los pezones de ella, hasta que explotó. La garganta de mi mujer se tensó visiblemente para tragar la primera oleada, pero se atragantó con la segunda y se la saco. Parte se escurrió por sus labios, y las tercera y cuarta oleadas fueron a su cara y su a cabello rubio.

Mientras todo esto sucedía yo miraba sentado al borde de nuestra cama de matrimonio. Yo estaba muy excitado desde el principio, pero pasó bastante tiempo hasta que me decidí a sacármela y masturbarme. Me lo llegué a hacer cinco veces, aunque para un eyaculador precoz como yo eso no era nada extraño.

Me desperté sobresaltado. Eran las cuatro de la madrugada y dormía en el sofá del salón. Me levanté para ir al baño. Al pasar por la puerta del dormitorio los vi en la cama. Él yacía desnudo boca arriba con los brazos en su cabeza, y mi mujer lo abrazaba con la cabeza apoyada en su pecho. Su pierna estaba entrelazada con la de él, como ella duerme cuando está agusto. Entre las sábanas admiré con envidia el cuerpo del chico, musculoso, 20 años, sin nada de vello aparte del de la cabeza, y ese maravilloso miembro que aun durmiendo en reposo mostraba un tamaño increíble. Ya lo había visto antes así, desnudo, en la ducha del gimnasio donde le conocí. El iba a hacer pesas, yo a adelgazar. Miré a mi mujer, que llevaba bastante bien sus 42 años, y deseé acariciarla, pero no era mi momento, era el del chico.

Fui al baño y me lavé la cara antes de volver al sofá. Me desperté bruscamente al oír un ruido familiar, un chapoteo. Eran las seis y aún era de noche. Me deslicé en silencio hacia el dormitorio. Aunque estaba oscuro entraba bastante luz por la ventana para distinguir la espalda y el culo de mi mujer, que estaba de rodillas entre las piernas del chico. Ella agarraba su polla con ambas manos y chupaba su glande con la lengua muy fuera. Luego se la metió en la boca y la bombeaba sin soltar sus manos.

Tras un rato se echó hacia delante y pude ver la enorme polla bambolearse detrás del culo de ella, bastante tiesa. Mi mujer se reclinó hacia delante, y oí el inconfundible sonido de dos bocas juntas dándose un intenso beso. Después ella se levantó ligeramente, y agarrándole la polla por detrás se la enfiló a su entrepierna. Cuando se dejó caer emitió un profundo y largo suspiro al sentir el miembro del chico penetrar su carne. Él la agarró de su rotundo culo y empezó a agitarla arriba y abajo. Sus jadeos aumentaban paulatinamente. El chico le hacía a veces erguirse para agarrarla de sus grandes pechos, lo que implicaba una penetración más profunda y el aumento de sus chillidos, aunque ella no aguantaba mucho así y se echaba sobre él.

El joven ya estaba en su momento, en ese momento en que sabes que eres el amo, en que tú decides si das a esa mujer el placer que quiere o se lo niegas, el momento en que sabes que aguantarás todo lo que haga falta (un momento que yo nunca veré). Y él aguantó más de media hora. Mi imaginé el cuerpo de mi mujer cubierto de sudor, su pelo humedecido, pero no tenía que imaginar sus gemidos presa del paroxismo del orgasmo inminente. Entonces él la empujó hacia tras de manera que tuvo que apoyarse con las manos en el borde de la cama. Pude ver en la penumbra su rostro descompuesto de placer. El chico la agarró de las caderas para no soltarse y ambos chillaron como locos con sus orgasmos simultáneos.

Mi mujer se dejó caer rendida al lado de él; con una mano tocaba despacio su sexo empapado del semen del chico, y pareció quedar dormida. Él también se echó satisfecho sobre la cama. Yo fui al baño a mojarme de nuevo. Estaba muy caliente. Entonces reparé que del picaporte colgaban las bragas de mi mujer, las que había llevado esa tarde. Me las llevé a la nariz y absorbí el aroma de hembra caliente que ve inminente el hacer el amor con un macho viril. Eran las bragas que ella llevaba mientras él la metía mano tras la cena en el salón. Me extasié con ese aroma. Me volví al sofá a masturbarme.

Me desperté de día. Ya eran las nueve de la mañana. Me desperecé y me encaminé al baño. Ellos seguían durmiendo. Yo estaba sexualmente agotado, pues me habría hecho cinco o seis pajas. ¿Cómo estaría él? Que yo contara, tuvo cuatro orgasmos, una buena marca. Decidí prepararles un buen desayuno y llevárselo a la cama. Ellos lo agradecieron. Él estaba en mi lado de la cama, pero no me importaba. Yo la quería mucho y sabía que lo había pasado muy bien. Desayunaron como dos novios, diciéndose tonterías y sin dejar de tocarse y besarse. Luego se fueron a la ducha, donde se metieron juntos, y no dejaron de tontear. Mientras les caía el agua les vi darse un cálido abrazo con beso en la boca. Me hubiera excitado de no estar tan agotado.

Cuando entré al dormitorio me lo encontré a él hurgando en el cajón de la ropa interior de mi mujer. Había encontrado un picardías blanco transparente muy cortito que ella tenía y lo estaba admirando. Me dijo que se lo iba a llevar a ella para que se lo pusiese, y que quería que yo le hiciera algunas fotos para tener un recuerdo de ella. Fui a por la cámara, y entonces entró ella preciosa con aquel picardías que ya no solía querer ponerse conmigo. Se echó sobre la cama y le hice varias fotos; ella estaba especialmente inspirada con las poses, casi parecía una profesional, así que le hice bastantes fotos. Luego fui al ordenador a imprimir una y hacer un CD con las demás para dárselo a él.

Cuando volví ella estaba de rodillas en la cama y él de pie, enzarzados en un intenso beso. La chaquetilla del picardías caía ligeramente mostrando el hombro desnudo de mi mujer. Él siguió besándola por el cuello, el hombro y el pecho, y ella dejó caer la cabeza hacia atrás. Las manos de ella se agarraban al culo del chico y lo apretaban, así que podía imaginar que su miembro hacía lo mismo en el vientre de ella.

Luego la dejó caer y empezó a besarla y lamerla desde los pies, subiendo por la pierna hasta el muslo, después pasó a la entrepierna. Mi mujer se había depilado el sexo para la ocasión, así que sólo mostraba un breve triángulo de pelo negro. El chico hundió su lengua entre sus labios y empezó a moverla, lo que hizo que mi mujer se pusiera a jadear casi de inmediato. A veces subía hasta su clítoris, pero luego volvía a la vagina, pues él sabía por mí que el clítoris de mi mujer es muy sensible y su estimulación la excitaba muchísimo. Él quería humedecerla mucho y dejarla excitada, pues había dicho que quería metérsela por el culo. Y estaba claro que en aquella noche intensa el chico había aprendido a usar el cuerpo de mi mujer. Fui al baño a buscar el frasco del aceite infantil.

Al regresar él había levantado las piernas de ella, de manera que su ano quedaba a su alcance y lo lamía con la lengua. Le introdujo despacio el dedo índice sin dejar de chupar su sexo. Mi mujer se retorcía, lo que causaba que el dedo se metiera más. Entonces se lo sacó y la puso de rodillas; le metió el pulgar mientras con la misma mano no dejaba de tocarla el sexo. Luego me pidió que echara aceite por su culo. Derramé un chorro que se escurrió hacia abajo; él sacó el dedo para recibirlo y lo volvió a meter para lubricar bien su esfínter. Después me pidió que echara en la otra mano.

El joven lubricó su gran miembro, que ya se veía bastante duro. Sacó el dedo y lo enfiló hacia el esfínter de mi mujer. Abrió su culo todo lo que pudo y fue apretando. Ella empezó a gritar y a decir que no cuando sintió el glande dentro, pero aún le quedaban más de veinte centímetros. Aunque yo había intentado sodomizarla muchas veces, nunca lo había conseguido, así que se podía decir que era virgen. El joven siguió empujando despacio, sin dejar de acariciar su clítoris. Me pidió que echara más aceite sobre su polla, y siguió empujando imprimiendo un movimiento circular a sus caderas, de manera que poco a poco aquello iba entrando, a la vez que los chillidos de mi mujer aumentaban. Cuando estaba ya casi a la mitad él empezó a bombear, dentro-fuera, y a cada vez que la metía entraba un poco más. Al cabo de un rato ya le entraba prácticamente entera; él no había dejado de tocar su sexo, ahora por delante, y por el rostro de mi mujer se escurría un autentico río de lágrimas.

Yo estaba muy excitado, y me situé muy cerca de ellos. Veía que el miembro del chico salía sanguinolento del culo de mi mujer, que no paraba de retorcerse. Pronto el placer ocultó el dolor, pues él no paraba de tocarle el sexo, además de darle con la otra mano en el culo y decirle obscenidades.

Cuando el chico notó que ella estaba cerca del orgasmo me hizo una petición extraña, pues me dijo que le trajera el móvil. Se lo entregué, lo tuvo un rato en la mano y luego me dijo que le llamara. Extrañado lo hice. Entonces vi que en vez de sonar su teléfono vibraba. El chico dejó de tocar a mi mujer, y echó sus rodillas para atrás, de manera que quedaba echada sobre la cama. Antes de caer encajó su móvil vibrando en el sexo de ella, y él aceleró las embestidas apoyado en la cama, por lo que le hacía penetraciones profundísimas, con él bufando ante el inminente orgasmo y mi mujer berreando de dolor y placer, pues el teléfono la estaba llevando al orgasmo también.

Él se corrió bien dentro del culo de mi mujer, y ella apenas tardó un minuto más, aprisionada bajo el cuerpo del semental y con su polla todavía dentro de su recto. Cuando se levantó vi su esfínter cerrarse despacio, todo rojo de irritación, y la polla del chico con sangre y restos de excremento, aunque no parecía importarle, estaba muy satisfecho. Ella no se movió, se quedó dormida tal cual, y decidí taparla y dejar que descansara.

El chico se ducho y se vistió. Decía que lo había pasado muy bien, y que esperaba poder repetirlo. Quedamos en vernos en el gimnasio. Le di el CD con las fotos, lo que me agradeció mucho. Mi mujer durmió todo el día y la noche, y se despertó repuesta y satisfecha en la mañana del domingo. También me dijo que había disfrutado mucho, y que me agradecía que le hubiera hecho este regalo, que de noche, una vez que se hubiera limpiado bien por dentro y por fuera, me lo agradecería a mí personalmente. Hicimos el amor aquella noche, y aunque para ella no fue lo mismo, no me comporté demasiado mal. Y su culo tardó en recuperarse varios días.

Aquellos regalos se prodigaron más. Quedamos un par de veces con él. Una vez se fueron solos a un hotel a pasar la noche, y me dejaron que me lo imaginara. Mi mujer se volvió muy dependiente del sexo, y yo no se lo podía dar. Ahora está pasando las vacaciones de verano con un motero que ha conocido. Me mandó una foto que se hizo con él. Dice que lo está pasando muy bien, que es una mujer nueva. Yo creo que lo hace con más. Otro día su novio me llamó al móvil para decirme que se la estaba tirando sobre la moto, y al acercar el teléfono a su cara pude oír sus inconfundibles gemidos…

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