viernes, 12 de octubre de 2007

Mi novia Delia y yo

Todo comenzó hace mucho tiempo, cuando con 19 años me trasladé a Valencia para estudiar en la Facultad de Matemáticas. Hasta ese momento, la vida en el pueblo había sido de lo más sencilla, tenía novia desde hacía un año, Delia, una chica preciosa, con el pelo cortito rubia con reflejos rojizos, ojos del color de la miel y delgadita.

Sus pechos no eran muy grandes, pero tenían esa forma que parece que desafían la ley de gravitación universal, con unos pezones altivos e hipersensibles que me encantaba estar acariciando durante horas.

El culo era lo que más me gustaba de mi novia, respingón y generoso en su justa medida, cuando se ponía un pantalón ceñido hacía que los hombres se girasen a su paso con el consiguiente cabreo de sus parejas.

El estar separado de ella es lo que más me costaba. Nuestra vida sexual había sido muy activa y sincera, nos gustaba compartir nuestras fantasías y sueños más lujuriosos cuando estábamos en la cama, y recreándonos en esas oníricas situaciones pasar el día acariciándonos, masturbándonos y follando sin prisas, con la única preocupación de alimentarnos. La madre de Delia, Sara, había sido siempre nuestra cómplice y nos permitía estar juntos en su casa sin molestarnos.

Para que el lector se haga una composición de lugar, hoy tengo 37 años y estoy casado con mi novia de entonces, Delia, desde hace diez años ya. En este período de tiempo han sucedido varias cosas de las que algunas recogeré en este relato, pero en resumen seguimos siendo la misma pareja, pero hoy en día somos capaces de convertir nuestras fantasías en realidad, yo por mi parte he descubierto que lo que más me satisface en la vida es que mi mujer disfrute y es en su disfrute donde yo encuentro mi propia felicidad.

La felicidad es algo relativo y su consecución no es del todo sencilla, sobre todo por que existen ciertas normas y costumbres arraigadas en nuestra educación que hacen que sea difícil la realización de aquellas personas que se sienten plenas al contemplar la felicidad ajena, por eso supongo que para la mayoría de ustedes les resultará complicado entender que soy un cornudo feliz. Y de cómo he llegado a esta situación es de lo que trata este relato.

Como ya comenté, me trasladé con 19 años a Valencia dejando a mi chica solita en el pueblo, nos pasábamos horas al teléfono, en la cabina de debajo de mi casa ya que en esa época no habían móviles, diciéndonos lo mucho que nos echábamos de menos y en nuestras cartas nos explayábamos liberando nuestra imaginación y diciéndonos con lujo de detalles todo aquello que nos haríamos de poder estar juntos.

Los viernes eran una liberación, acudía a la Facultad con la maleta hecha y esperaba nervioso e impaciente que Don Antonio finalizase su explicación para salir zumbando a la estación y coger el cercanías de las 13´30 y así llegar a Moixent, mi pueblo, a eso de las tres. Comía en mi casa con mis padres y el café lo tomaba en la casa de Delia, la buena de su madre una viuda muy comprensiva, nos hacía de alcahueta y cómplice. Tras los saludos de rigor subíamos a su habitación y allí nos encerrábamos toda la tarde.

Teníamos un juego, las pajas o dedos hechos a lo largo de la semana eran penalizaciones y el que más se había hecho debía obedecer al otro convirtiéndose en su sirviente sexual ese día. Así que nada más vernos nos interrogábamos. Os recrearé una de las situaciones que con más claridad recuerdo: -Hola guapa, a ver cuantas veces se ha corrido mi novia esta semana pensando en su amorcito, preguntaba yo con retintín.

-No necesariamente pensando en ti han sido, contestaba ella riéndose. Mientras me indicaba el número de veces que se había masturbado esa semana, en general ella lo hacía todo los días al meterse en la cama, siempre ha sido una mujer ardiente y el estar sin pareja constituía un serio problema para calmar su calentura.

-Y a ver cuantas veces se ha pajeado mi chico pensando en su queridísima novia y en sus adorables tetas.

Mientras me hacía la pregunta iba desabrochando su blusa y dejando al aire esas tetitas tan sensibles que sabe que me enloquecen. Yo sin poder aguantarlo ni un minuto más me tiraba sobre ella intentando besar sus pezones erectos, sin necesidad de haberlos tocado siquiera.

-Quieto, quieto, no tengas tanta prisa. Primero dime cuantas veces te has pajeado pensando en tu novia esta semana.

-No tiene por que ser en mi novia, decía yo intentando responder como ella había hecho antes.

-Pues si no ha sido pensando en mí ya puedes coger la puerta y largarte, tu polla es mía y todo lo que sale de ella también, si prefieres pajearte pensando en otras será mejor que te vayas a follar con ellas, decía mientras que entrecerraba de nuevo su camisa.

-Vale, vale, sabes que contigo tengo más que suficiente y además que te quiero con desesperación, así que no me hagas sufrir más, ¡por favor! -¿Cuántas? -Diez, le confesé.

-¡Ala! Me has ganado, eres un cerdo pajillero, espero que hayas guardado fuerzas suficientes para atenderme. Y ¿en qué pensabas? -En ti, en tu culo, en tu viciosa boca, en tus tetas, en tu vaivén al follar, solo en ti amor mío, decía babeante en tono de súplica para que volviese a abrir su blusa -Bien, más te vale, entonces reabría su camisa y me dejaba ver sus tetas mientras comenzaba a abrirse de piernas sentada sobre la mesa de su escritorio, dejando que su faldita subiese por sus muslos. Así que esta semana has perdido tú, y te conviertes en mi esclavo por esta tarde.

-Vale, pero ven aquí que no puedo aguantar más sin tocarte, decía avanzando hacía ella intentando acariciar ese precioso cuerpo que se exhibía de forma impúdica delante mío.

-No, no, esclavito, me perteneces, así que soy yo quien te indicará lo que puedes hacer o no. ¡Desnúdate! De inmediato y sin tocarme, esclavo.

Refunfuñando me empezaba a quitar la ropa, hasta que quedaba de pie en calzoncillos delante de ella con la polla dura como un mástil creando la famosa tienda de campaña.

-Muy bien, esclavito, hay que ver como estás, decía mientras abría de par en par sus piernas dejando sus braguitas brasileñas a la vista, clavando su mirada en mi paquete. Veo que si que me has echado de menos, ¡pero si te haces tantas pajas llegas sin fuerzas, cielito! -¡Sin fuerzas! Dame permiso para acercarme y te demostraré las pocas fuerzas que tengo.

-De eso nada, esclavito, quítate los calzoncillos que oprimen esa polla que me pertenece.

Ahí estaba yo con mis 17 cm de polla como un ariete delante de mi novia que empezaba a acariciarse los pezones delante de mío. Mi cuerpo, nada fuera de lo usual ni cachas ni una polla de esas kilométricas, se tensaba como un violín al contemplarla abierta de piernas y mirándome con esos dulces ojos transformados en los de una gata en celo.

-¡Pobrecito! Seguro que te mueres por tocar estas tetitas, ¿verdad? Comentaba sonriente mientras pellizcaba su pezón derecho.

-Si, por favor Delia, ¡no aguanto más! -Paciencia amor mío, tendrás tu recompensa si eres bueno y obedeces, sabes que soy generosa, decía mientras reía mirándome. Quiero que te pajees delante de mí como haces cuando estás solito en Valencia.

-¡Ni de coña, de eso nada! Bastantes pajas me he hecho pensando en ti para seguir con lo mismo teniéndote delante.

-¡Quiero verte haciéndolo! Eres mi esclavo y no voy a discutir mis órdenes, así te podré imaginar cuando yo haga lo mismo. ¡Venga! No quiero repetirlo o lo haces o hemos terminado de jugar por esta tarde.

Así que sin ganas de seguir discutiendo cogí mi cipote y empecé a meneármela delante de Delia mirando como ella había empezado a acariciar su coñito por encima de sus bragas semi echada sobre la mesa -Te voy a ayudar, dijo la muy perversa, mientras se quitaba las braguitas y me las tiraba. Toma puedes olerlas mientras te pajeas para que recuerdes mi olor cuando estés solito.

Yo sin pensármelo dos veces comencé a olerlas disfrutando sus aromas a hembra, mientras con la otra mano no paraba de pajearme.

-Delia, por Dios, vas a hacer que me corra, por favor déjame acercarme.

-No te correrás hasta que yo lo diga y eso no será ahora, decía mientras empezaba a meter un dedo en su coñito mojado, para después sacarlo y metérselo en la boca a modo de polla, haciendo que entre y salga.
Delia tenía el coñito casi rasurado, le encantaba arreglárselo de forma que su contemplación era un poema por que permitía distinguir con claridad cada una de sus partes, sus abultados labios mayores, sus rosados labios menores, la entrada de su vagina roja encarnada y destacando su clítoris como un guisante hipersensible despuntando.

-Delia, por favor, estoy a apunto.

-Vamos, eso es todo lo que aguanta mi hombrecito, si no aguantas un poco más tendré que buscarme una buena polla que me folle durante horas y no como tú que en cinco minutos ya estas a puntito.

Esa es una fantasía de la que habíamos hablado en multitud de ocasiones, porque ella se ponía como una moto al ensoñar que se la estaba beneficiando otro. A mi al principio no me hacía mucha gracia, pero al ver el efecto que creaba en mi pareja, me fui acostumbrando a oírla y por que no decirlo a disfrutarla.

-¡Que puta eres Delia! Seguro que te mueres por que te follen cuando yo no estoy aquí, me gustaría saber en quien piensa mi novia cuando se pajea como una perra.

-¡Vaya, vaya! ¿Mi niñito quiere saber en quien pienso? No se si podrás soportar el imaginarme con una polla mucho más grande que la tuya siendo follada como la puta que dices que soy, dijo metiéndose ahora ya dos dedos en el coño.

-Seguro que te encantaría ponerme cuernos, ¿eh, zorra? -Ni lo dudes amor, me encantaría que cada semana crecieses una talla a base de cuernos y que me encontrases cada vez más abiertita. Y a ti, amor, ¿a ti te gustaría que mi coño lo utilizase entre semana un machote con un buen pollón y así encontrarme bien ensanchadita para ti el fin de semana? -Eres un zorra, cabrona, cállate ya o vas a hacer que... ¡aaaaaaaaaahhhhhhhh!!!!! Y sin aguantar más empecé a correrme a borbotones, parecía un aspersor llenando de semen las piernas y la mesa de Delia.

-¡Como te atreves esclavo!Me grito mi novia, parando de tocarse por un momento y retirando con sus dedos la lefa que había caído en su cuerpo, para pasar a esparcirla por sus pezones.

-Veo que no has podido aguantar la fantasía de verme empalada por otro. ¡Ja, ja, ja! Bien pues como castigo ponte de rodillas y cómeme el coño hasta que me corra en tu cara y así igualemos.

En menos de un segundo me encontraba entre sus piernas devorando con ansiedad su coñito, oyéndola gemir y notando sus manos apretando mi cabeza, incrustándola en su entrepierna, mientras repetía: -Cómete el coñito de tu puta mira lo anchito que esta. ¿Notas la de pollas que lo han usado esta semana?Mientras hacía ese tipo de comentarios mi lengua perforaba su coño como si pretendiese sacar petróleo, demorándome de vez en cuando en chupar y absorber su clítoris entre mis labios haciendo que se retorciese de placer.

-¡Sigue, sigue, cabrón! No pares que estoy a puntito.
Mi polla ya se había recuperado y estaba de nuevo dura como una piedra deseando follarla, así que aproveché ese momento de delirio para ponerme de pie y metérsela hasta el fondo de una estocada.

-¡Cabrón! ¿Quién te ha dado permiso para follarme? No pares, no pares y fóllame como a una buena puta, tú putita.
Y así pasábamos las tardes de viernes, los sábados y lo que podíamos del domingo follando sin tregua hasta que el maldito reloj marcaba la hora de volverme a Valencia para continuar con mis estudios. En ese momento Delia había exprimido mi cuerpo de forma que el lunes tenía mi polla escocida y los huevos completamente vacíos.

Los meses fueron pasando y todo iba estupendamente hasta que llegó la época de exámenes y me tuve que quedar estudiando en Valencia varios fines de semana seguidos. No podía parar de pensar en mi novia y la llamaba continuamente. Delia me decía que estudiase y que no fuese tonto que ya habría tiempo de recuperar lo perdido, que tenía que aprobarlo todo para así no tener que estudiar en verano y estar juntos.

Después de tres semanas de celibato, me encontraba desesperado, no paraba de pajearme pensando en ella y empezaba a desquiciarme con mis continuas ensoñaciones. Así que decidí darle una sorpresa, el sábado cogí el tren y me fui al pueblo, llegando a media tarde. Ni siquiera dije nada a mis padres, el plan era sorprenderla y no salir de su habitación ni para comer, sin embargo en esta ocasión el sorprendido iba a ser yo.

Delia vivía en una pequeña casa a las afueras del pueblo, una casa de dos pisos y su habitación estaba en el piso de arriba, así que me encarame a un árbol y me asomé a su cuarto. Allí estaba ella, preciosa, en vez de llamar su atención me quedé observándola, había salido de la ducha y llevaba el albornoz, sobre la cama estaba la ropa que se iba a poner.

Se quitó el albornoz y empezó a mirarse en el espejo de espaldas a la ventana, yo tenía una vista de su tremendo culito y el reflejo de su cuerpo aún húmedo en el espejo, parecía una diosa emergiendo, nunca la había visto tan hermosa.

Allí en la soledad de su cuarto empezó a mirarse en el espejo en todos los ángulos pasando sus gráciles manos por su vientre liso, para después toquetearse el culo comprobando su firmeza y os puedo asegurar que su culo es una auténtica maravilla. Yo no podía dejar de mirarla embobado, notando como mi rabo crecía bajo mis pantalones.

Se acercó a la cama y se enfundó el tanga, uno de hilo dental de esos que, inocente de mí, pensaba que sólo usaba conmigo y un sujetador de los que levantan las tetas de forma que incrementaba su volumen de forma espectacular.

Así ataviada parecía una auténtica puta y no paraba de mirarse y ponerse en posiciones muy sexy delante del espejo.¡Esa es la forma en que me guardas ausencias, guarra! pensaba yo, preguntándome para que se vestía así si no había quedado conmigo. Y aunque me moría por entrar en su habitación y violarla en ese preciso momento guardé las formas y me dediqué a observar el show que me brindaba y a hacer de espía. Quería saber para quien se estaba tomando tantas molestias.

Delia se terminó de vestir con unos pantys, una falda corta negra que le sienta de muerte y hace que se remarque su culito y un top también negro de escote palabra de honor que deja entrever de forma poco discreta sus encantos. Después cogió su bolso y abriendo el cajoncito de los condones, así lo llamaba yo cuando estaba con ella, tomó una tira de ellos y los metió en el bolso.

¡Dios! La rabia me invadía. ¡Será zorra! La muy perra se dedica a ponerme los cuernos cuando no estoy con ella y encima tiene los ovarios de restregármelo a modo de fantasía cuando estamos follando. No podía creérmelo, mi amor, mi niña, cómo podía hacerme algo así.

Aguanté mi arrebato y vi como cogía su chaqueta y su bolso para salir de la habitación. A los pocos minutos apareció un chico en moto, le reconocí, era uno de los guaperillas de un pueblo cercano, Xátiva, el típico niño bien que no ha pegado palo al agua en su vida y a lo único que se dedica es a ir al gimnasio y desarrollar mucho sus músculos y nada su cabeza.

Pude ver con toda claridad, encaramado en el árbol, como al salir Delia el muy cabrón la agarró por el culo acercándosela y le metió la lengua hasta el esófago. Eso no fue lo peor, sino que mi querida novia no solo no rechazó el abrazo sino que se arrimó a él pegándole su cuerpo y tocándole el culo al maldito cabrón.

-¡Wuauu! Déjame verte, ¡estás preciosa! voy a tener que ponerme serio para quitarte los moscones de encima.

-Gracias, pero no te preocupes por ellos, tú sabes que soy toda para ti.

Aquello fue demasiado, pero si ayer cuando hablábamos por teléfono, me decía que me quería y que no podía estar sin mi.

-¡Adiós mamá! No me esperes levantada que llegaré tarde y Juan me trae a casa.

-Adiós cariño y portaros bien.

-No se preocupe señora, se la devolveré en buen estado, dijo el muy cerdo sonriendo.

¡Joder! La madre, Sara, mi cómplice, lo sabía todo también, como podía ser tan estúpido y haberme dejado engañar así. Allí estaba yo subido en un árbol viendo como a mi novia se la llevaba un niño rico y para más ironía mi polla seguía empalmada a pesar de todo.

Vi como la moto se alejaba y bajé, no sabía que hacer, le di un puñetazo al árbol que hizo que casi me rompiese la mano, estaba nervioso, cabreado y excitado. Después de unos minutos de reconcomerme por dentro me acerqué a la puerta de la casa dispuesto a cantarle las cuarenta a la encubridora de su hija. Toqué el timbre y me abrió Sara la puerta.

-Luis, ¿que haces tú aquí? Dijo temblándole la voz.

-Yo la miraba fijamente a los ojos si saber que decir y sólo pude articular “¿ésta Delia? He decidido darle una sorpresa”.

-Su madre sonrojada me dijo, “pues no hijo, ha salido hace un instante con sus amigas y no sé a que hora volverá, ¿quieres pasar a esperarla?” -No, no gracias, dígale que he pasado por aquí.

Me di la vuelta y me largué. Como había sido tan maricón y no le había pedido explicaciones, después de todo es su madre y no esta bien que ella la apoye en sus zorrerías. Pero no pude, el respeto era mayor y no pude casi ni articular palabra con lo que me fui al pueblo a buscar a los amigos para tomar unas copas y así poder olvidarme de la imagen de mi novia arreglándose para otro.

Durante toda la tarde estuve bebiendo y diciendo barbaridades a las chicas, que me encontraba por la calle, arropado por mis colegas que no entendían como es que estaba tan excitado y lo achacaban al stress de los exámenes.

La noche cayó y me encontró borracho de nuevo encaramado al árbol de la casa de Delia esperando a que llegase. Hacía frío, pero el alcohol ingerido y la rabia me hacían seguir ahí arriba. Tras casi una hora de espera, me desperté del adormilamiento al oír el ruido de la moto del chuloputas de Juan. Delia bajó de la moto y Juan la cogió de la cintura.

-¿Dónde te crees que vas? Has estado calentándome toda la noche en al discoteca y ahora no te puedes ir así como si nada.

-¡Venga, no seas malo! Que mi madre puede oírnos.
Juan se bajó de la moto y sin discutir comenzó a besarla magreando su culo con fuerza.

-Que buena estas Delia, no has visto como te miraban todos. Eres la chica más sexy que he conocido.
Delia se dejaba hacer, hasta que le oyó ese comentario.

-¡Así que te gusta que me miren otros eh!, no te importa que repasen con su mirada mi cuerpo como si fuese un trozo de carne.

-No te hagas ahora la estrecha, si no te gustase a ti no irías enseñando las tetas con este escote, dijo mientras tiraba hacia abajo haciendo que sus dos tetas saltasen y quedasen expuestas y levantadas por la tela.

El muy hijo de puta, empezó a sobar y a chupar las tetas de mi novia, que se retorcía del gusto dejándose hacer.

-Y a ti te encanta que me miren tus amigos ¿verdad cabrón? -Sí, seguro que más de uno se estará pajeando, pensando en ti.

-Más de uno, sí, dijo Delia riéndose.

Noté como mis cuernos crecían sobre mi frente, estoy seguro que ese último comentario lo había hecho pensando en mi. Pero no era lo único que me crecía sino que mi polla estaba más dura que nunca mientras contemplaba como ese cabrón se dedicaba a chupar las tetas de mi chica y a meter sus manos bajo su falda. Delia se retorcía entre sus manos, él la estaba follando con sus dedos con toda seguridad por que su cuerpo se movía con un vaivén periódico que no dejaba dudas.

-¡Ummmmm! Sigue, si así. Que bien lo haces.
Mi querida novia no solo es que se dejaba sino que le facilitaba el acceso abriendo más sus piernas.

-¡Ummmmm! Cabrón méteme tus dedos, estas haciendo que me derrita.

Juan se agachaba cada vez más y estaba ya casi de rodillas frente a Delia que movía sus caderas al ritmo que entraban y salían.

-Así, así, vas a hacer que me corra cabroncete, más deprisa, gimoteaba mientras le cogía del pelo y le restregaba la cara entre sus tetas.
En ese momento Juan se incorporó.

-Te voy a follar, pero de verdad zorra, dijo Juan separándose un poco y desabrochándose el cinturón.

-No, no, hoy no. Otro día que tus padres no estén en casa lo haremos, por favor. Es una pena que este fin de semana se hayan quedado.

-No puedo aguantar Delia, mira como estoy, dijo llevando la mano de mi novia a su paquete.

-¡Pobrecín! Bueno por esta vez, voy a hacer algo que te aliviará, comentó sonriéndole.

Delia sacó la mano de Juan del interior de su vagina y le chupó los dedos impregnados por su flujo mirándole con esos ojos de deseo que tan bien conocía. Se acercó al porche de la casa y trajo un cojín, lo puso en el suelo y se arrodilló delante de él.

-Espero que esto te alivie, mientras desabrochaba los botones de su pantalón y lo retiraba.

Al momento y sin respetar a sus calzoncillos la polla de Juan salió disparada. Era mucho más grande que la mía, como 4 ó 5 cm más larga y también más gruesa, desde el árbol puede ver perfectamente como Delia la cogía con las dos manos y empezaba a pajearla delante de su cara.

-¡Ummmmm! Me encanta tu polla, es enorme y siempre dispuesta, mi coñito la va a echar de menos esta noche.

-¡Por que tú quieres! Por que me muero por metértela hasta el fondo, dijo intentando articular palabra, mientras mi novia arrodillada le pajeaba.

-No soy una zorra para que me folles en la calle, otro día recuperaremos el tiempo perdido.

Y tras decir esto vi como acercaba los labios a su glande y la lengua de mi novia comenzaba a recorrer su capullo para después engullirlo como si fuese una piruleta. Su mano derecha le sobaba los huevos mientras que la izquierda seguía pajeándole y atrayéndole para que su polla entrase cada vez más en su boca.

Yo en el árbol me moría de celos y sin embargo no podía evitar excitarme al ver a mi Delia en plena acción, haciéndose la estrecha para usar su coño (menos mal por que sino me da algo) y devorando ese cipotón como toda una profesional. Yo, confuso, desde mi rama lo observaba todo.

Mis sentimientos se confundían, por un lado la intensa rabia mezclada con los celos y por otro mi polla nunca había estado tan tiesa. Juan la cogía del pelo y movía la cadera follándose su boca. Delia adaptaba su garganta para recibir casi de forma completa la polla de ese cabrón. Yo podía imaginar la sensación que debía estar sintiendo ya que había podido disfrutar en infinidad de veces los placeres que mi novia sabe brindar con su boca.

-¡Muy bien, muy bien, sigue, sigue así! Que me voy a correr.
Entonces Delia desaceleró el ritmo de la mamada y empezó a jugar con su lengua hurgando con su lengua la punta de la polla de Juan.

-¡Ah! Zorra, que bien la sabes chupar. Me vas a matar.

-¿Serás bueno conmigo y me tratarás como a una princesita? Le decía manteniéndole al borde del orgasmo, repasando con la punta de su lengua cada centímetro de su glande.

Eso era algo que le encantaba, sentirse poderosa ante la necesidad de acabar de su pareja. Pero Juan no estaba para muchos juegos y cogiéndole del pelo se la metió de nuevo en la boca hasta que se corrió haciendo que Delia se atragantase al tener que tragarse todo su semen.

Mi novia lejos de asustarse o cabrearse relamía su polla para no desperdiciar ni gota de la leche que le había desbordado por los labios. Juan se apoyó desecho en el sillín de su moto mientras Delia se levantaba recolocándose las tetas en su vestido y acercándose, le dijo: -Me debes una cabroncete y no creas que te la voy a perdonar.

-Estoy a tu servicio, cuando y donde tú quieras tienes mi polla a tu disposición.

-Así me gusta, me voy que mi madre estará preocupada.
Y besándole entró en casa. Al poco rato se encendió la luz de la habitación y entró Delia, en ese momento Juan arrancaba su moto y desaparecía, después de haber metido su pollón de nuevo dentro de los pantalones.

Y allí estaba yo, no sabía que hacía allí, ¿para qué había ido? En ningún momento se me había ocurrido el bajar e intervenir para partirle la cara a ese cabrón y cantarle las cuarenta a mi novia. Sólo observaba no sé si más cabreado o excitado, sin embargo, la noche aún no había acabado. Delia tras entrar puso música y se fue desnudando delante del espejo, moviéndose de forma sensual como si fuese una bailarina exótica.

Primero se quitó el top, permitiéndome verla contonearse en sujetador. Después en un movimiento rítmico bajó las copas y sus pezones aparecieron tiesos como lanzas, ella no tardó ni un segundo en empezar a acariciárselos y a pellizcarlos, sin parar de menear el culo al ritmo del “Porpour Rain” de Prince.

Mi novia estaba como una moto, se lo notaba en la cara, me moría por entrar y culminar la faena que ese cabrón había empezado, pero en vez de eso lo único que hice fue desabrocharme el pantalón y acariciar mi pija completamente dura.

Delia dejó caer sus falda al suelo y su tanga negro apareció enfundando ese culo macizo que me vuelve loco, se quitó el sujetador y se dio la vuelta encarándose a la ventana, es decir a mi, por un momento pensé que me vería, pero fuera estaba muy oscuro. Se agachó apoyándose en su mesa y empezó a mover su culo delante y atrás como si alguien invisible se la estuviese follando.

Madre mía que puta y que bella se veía mi amor así, no me acordaba ya de lo que me había hecho, sólo podía pensar en lo tremendamente sexy que aparecía ahora frente a mi como si me dedicase el espectáculo. De pronto se paró un instante y se acercó a su armario, hurgó por un momento en el estante superior y cogió una cajita, al abrirla sacó de allí un consolador negro de esos que salen en las pelis porno, no sabía que lo tenía.

Volvió delante del espejo y al ritmo de la música comenzó a pasarlo por sus pezones, poco a poco lo subía acariciándose las mejillas con ese pollón de plástico que tan bien imitaba la forma de una pija. Mirándose en el espejo se fue metiendo lentamente esa polla de plástico en la boca, de vez en cuando la sacaba y se volvía a mirar engulléndola poco a poco, se recreaba observando como ese cipote invadía esa boca tan dulce que tanto adoraba.

Dejo apoyado el consolador en la mesa y empezó a bajar y a subir su tanga mientras se decía cosas a si misma mirándose en el espejo. Podía leer en sus labios que se estaba llamando puta y que pronunciaba cosas semejantes, yo diría que se estaba diciendo las mayores barbaridades que ningún hombre se había atrevido a decirle. Tras quitarse el tanga se giró volviendo a encararse conmigo, yo me encontraba ya con mi polla a punto de reventar.

Delia levantó su pierna derecha apoyándola en el asiento de la silla y se agachó moviendo sus caderas, cogió el cipote negro y empezó a pasarlo por sus labios vaginales poco a poco, sus ojos se entornaron por el gusto, estaba muy caliente. Poco a poco lo fue metiendo en su coño haciendo que entrase y saliese de forma lenta y sensual, para después empezar a follarse en un mete saca salvaje.

De repente volvía a parar y comenzaba de nuevo a follarse con lentitud y parsimonia. Se follaba y seguía diciéndose cosas, lo que habría dado por oírla, me daba la sensación de que hablaba con su amante imaginario pidiéndole que se la follase hasta reventarla y así lo hacía este por que su ritmo aumentaba hasta que en un momento abrió los ojos como platos y empezó a follarse con una intensidad que temí que se hiciera daño para después parar de golpe dejándose caer sobre el escritorio. En ese momento me corrí yo también y casi me caigo del árbol, mi polla escupía semen con una potencia desconocida, faltó poco para llegar a la ventana de Delia.

Después de esto Delia se desempaló de ese falo negro y enorme para a continuación acercarse a la ventana, pude contemplarla a menos de dos metros de mi, suspirando aún y con su piel excitada y sudada.

Estaba hermosísima, su mirada volvía a ser la de mi novia y en ese momento me di cuenta de que no tendría valor para dejarla por muy puta que fuese, la amaba a pesar de todo, a pesar de que hacía unos minutos otro la había follado la boca y se había corrido en ella, a pesar de que seguramente cuando no estaba se la beneficiaba.

No tuve valor de decir nada, cuando recuperé el aliento, bajé del árbol y me fui a mi casa, mis padres alucinaron al verme aparecer a esas horas, pero no me pidieron muchas explicaciones. Esa noche lloré de rabia y me volví a pajear recordando a mi novia lamiendo el cipote de otro y follándose frente al espejo.

Al día siguiente volví a Valencia, no tuve el valor de acercarme a verla a pesar de que estaba seguro de que su madre la avisaría de que había pasado por allí. Durante dos o tres días estuve luchando contra mi mismo, diciéndome que mi novia era una puta y que debería dejarla de inmediato y por otro recordando la situación vivida y siendo sincero conmigo mismo reconociendo que el ver a Delia en manos de otro me ponía como una burra.

Cuando la volví a llamar pasados unos días, Delia estaba enfadada porque no fui a verla el domingo y porque no la había llamado en varios días, hice como si nada, le dije que la quería y que la que estaba deseando verla.

Ella me preguntó que si me encontraba bien, que me notaba muy raro y me dijo que también me quería, que era su único y verdadero amor, que estaba deseando verme y disfrutarme, que seguro que esta vez me ganaba ella en cuanto a las veces que se había masturbado (supongo que para ella el follar con otro era un equivalente a meterse un consolador) y que estaría encantada de obedecerme.

La cuestión es que durante toda la carrera me estuvo poniendo cuernos, lo se por que de vez en cuando la mentía diciendo que me quedaba en Valencia y me acercaba a su casa a ver lo que hacía. Así descubrí que era cierto lo que me decía respecto a que era su verdadero amor, el resto no le duraba mucho, en general tres o cuatro fines de semana.

Acabé la carrera con 26 años y durante ese tiempo nunca me he arrepentido de haber seguido mi relación con Delia, era perfectamente consciente de en que me convertía, “un cornudo” y jamás le dije o reproché nada. Acepté que eso que tanto me gustaba de ella, lo caliente y zorrona que era conmigo en la cama, tenía su contrapartida. Sus deseos y necesidades no descendían por el hecho de que yo estuviese lejos.

Por otro lado, no debo de ser hipócrita conmigo mismo, no es que aceptase sus cuernos con resignación sino que poco a poco aprendí a disfrutarlos y a recrearme al ver mi novia en manos de otros, así la vi comiéndose unas cuantas pollas y siendo magreada sin ningún recato en varias ocasiones, yo me pajeaba mirándola en acción y después en Valencia recreaba esas situaciones para consolarme por su ausencia. La verdad es que aunque por las conversaciones que oía al espiarla, deduje que había follado con sus ocasionales parejas, nunca pude presenciarlo.

La cuestión es que al acabar la carrera en seguida tuve la suerte de encontrar trabajo y le pedí a Delia que se casase conmigo, ella aceptó encantada. De lo que pasó en nuestro viaje de novios y de cómo fueron nuestros primeros años de convivencia os escribiré en otra ocasión.

Me encantaría recibir mail comentándome que os ha parecido el relato, eso me animaría para seguir escribiendo.

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