viernes, 12 de octubre de 2007

Mi esposa pagó su apuesta

Antes que nada, les voy a describir como es mi esposa: 1.75 de altura, 60 kg. más o menos y unos blanquísimos pechos, preciosos, bien grandes pero bien duros, aunque se bambolean ligeramente al quedar libres. Sus piernas son largas y bien formadas, con muslos gruesos y proporcionados, su culo, de llenas y redondas nalgas bien pronunciadas es una preciosidad, con unas caderas plenas y bien redondeadas. Tiene 31 años y yo tengo 35.

Ambos disfrutamos cuando vemos cómo la miran, algunos hombres son muy descarados, otros no tanto, pero todos la miran. Yo siempre intento que vaya con profundos escotes o con muy cortas faldas, así mismo, si se inclina o se sienta, le pido que permita que se le vea lo máximo posible, para que le regale a otros la hermosura de sus tetas y sus piernas. Sé que a ella también le gusta aunque a veces el pudor la vence y se resiste. A mi, me pone dura la verga de inmediato cada vez que esto sucede.

Ahora, les contaré lo ocurrido en una salida que, sin saberlo ella, tenía yo planificada desde algún tiempo antes. Como habíamos hecho una apuesta que ella perdió, y el premio para el ganador era que, quien perdiese haría por un día completo todo lo que el otro le ordenase, le dije que esa noche era la noche de pagar su apuesta perdida.

En primer lugar la obligué a salir de casa sin sostén y con un suéter abotonable con el que tiene que tener mucho cuidado, pues se le salen las tetas por arriba y por los lados. Además, ahora también se le salen por abajo, porque ese día lo recorté a ras de pecho, con lo cual, si te asomas por abajo, le puedes ver sus inmensas e increíbles tetas.

Lo que hice fue irnos a un pueblecito no tan cercano a nuestra ciudad, de calles muy oscuras y solitarias, donde nadie nos conocía y podíamos preguntar dónde está tal o cual dirección, gozando con las reacciones de los tipos ante la desnudez de ella. Busqué a alguien con el que pudiéramos hablar desde la ventana de mi esposa, encontramos en una esquina un hombre de barba y no muy joven, le preguntamos por el nombre de una calle y el hombre se acercó.

Mi esposa iba mostrando mucho sus pechos, pero sin enseñar los hermosos pezones, con lo que el hombre estaba loco tratando de verle el pezón, intentaba hacerlo con disimulo pero es que era muy difícil, así que mi esposa me miró y yo le sonreí cómplice, como aprobando su próxima movida.

Ella pretendiendo tratar de entender mejor, comenzó a preguntarle y a gesticular, inclinándose totalmente hacia la ventana. Esto le dio una completa vista al hombre de las blancas y hermosas tetas desnudas de mi mujer, coronadas por un rosado claro de la aureola y un poco mas oscuro el pezón.

El tipo realmente iba a volverse loco con la exhibición de mi mujer, ella en un momento bajó su vista a la entrepierna del individuo y según me contó luego, este tenía una erección que le pareció mayúscula, a ella le provocó sobársela, pero se contuvo y volteándose hacia mí, me dijo :

- "Ya entendí, querido".

Yo le di las gracias y arranqué lentamente, con mi pene totalmente erecto.

Fue la primera exhibición y la cosa me calentó sobremanera, y en los ojos de mi mujer se percibía que tambien le había calentado mucho, le complacía que la observaran y comenzaba a entrar en avanzado estado de morbosidad sexual. Le pedí que bajara totalmente su asiento y quedara acostada. Como llevaba una faldita bastante corta, se podía apreciar la parte delantera de su tanga, que por cierto era transparente y se veían los rasurados labios de su muy roja y mojadísima rajita.

La segunda vez el procedimiento fue el mismo, le preguntamos a un hombre bastante mayor y se acercó al auto. Este pudo ver mucho más, pues al estar mi mujer acostada, se le salían las dos tetas por los lados del suéter. El pobre hombre no pudo ni responder, sus ojos se abrieron al máximo y se quedó casi sin aliento, se le percibía en su mirada todo el deseo y el morbo de aquel momento.

Mi esposa, sin pensarlo mucho, se sentó y sacando su mano comenzó a sobarle la verga al individuo sobre el pantalón, el viejito quedó cortado, pero ella continuó acariciándolo suavemente. De repente mi mujer le abrió el cierre del pantalón, introdujo su manita dentro de su ropa interior y sin sacarle la verga se la acariciaba, sin verla pero si sintiendo la piel caliente y vibrante en su mano.

Sentir así la verga la puso a millón, mientras, el viejo simplemente se recargó en el carro con los ojos cerrados, como en un éxtasis, mi esposa terminó de pajearlo, apretándole el pene por un par de minutos mientras el anciano se derramaba en su mano. Cuando terminó de correrse, mi esposa le sacó la verga, ya disminuida, y se la limpió con la lengua y boca, así como lo hizo con su propia mano llena de leche, tragando lo más que pudo del semen del viejo. Este solo sonreía agradecido y acariciaba los cabellos de mi mujer, ella no tenía intención de ir mas allá, así que despues de guardarle la fláccida verga dándole un último beso en el glande, le dio las gracias y nos fuimos.

Mi esposa estaba calentísima, sus manos bajaban a su tanguita y se encargaban de tranquilizar su ardiente y depilado coñito acariciando el clítoris y los labios vaginales con furiosa intensidad. Así que le dije que íbamos a ir más lejos y que seguramente el siguiente tipo le vería las dos tetas y el coño, pues le desabotoné el suéter y le quité el tanga, y que se hiciera la dormida para ver qué pasaba.

Así fue, el siguiente hombre la vio por completo desnuda, en un principio se le veía incrédulo, pero se repuso muy rápidamente, incluso, hizo un vulgar comentario sobre su cuerpo y sus tetas. Pensé en decirle que la acariciara, pero no estaba seguro, así que le dije que aprovechara de masturbarse mientras mi esposa dormía, que no me importaba que lo hiciera.

Me miró desconfiado, pero, sin más, se bajó el cierre y sacó su miembro procediendo a darse una furiosa paja, mientras sus ojos se clavaban en el desnudo cuerpo de mi mujer, especialmente sus inmensas tetas, no se como se contuvo y no se abalanzo sobre ellas.

De pronto, mi esposa abrió los ojos y el individuo se quedó de piedra, pero ella sonriéndole y mirándolo a los ojos, pasó su lengua por la palma de su mano derecha, le tomó el miembro y suavemente continuó la paja hasta que le sacó toda la leche al sorprendido lugareño, mientras este, introduciendo medio cuerpo en el coche, le acariciaba las tetas y todo su cuerpo. Nuevamente usó su boca y lengua para dejarle limpio el miembro, así como su mano.

Sonriendo y cubierta de semen, se despidió y continuamos. Ella, mirándome fijamente, se masajeó el semen que le habían regado en su piel, retorciéndose de placer, hasta casi tener un orgasmo.

Ahora venía la prueba final. Le vendé los ojos con una máscara de esas que sirven para dormir y le dije que el siguiente la sobaría y haría lo que ella le permitiera. Sonrió y mirándome a los ojos y para mi sorpresa, accedió. No había dudas, mi esposa estaba ultra caliente y dispuesta a todo con tal de obtener su gratificación sexual.

Así pues, paré el coche ante un grupo de 3 hombres. Les pregunté sobre una calle y se acercó uno de ellos. Lo primero que dijo fue :

- "¡Coño!", ya que a mi mujer se le veía todo y además yo había separado un poco sus muslos, con lo que podían ver perfectamente su rajita completamente húmeda.

El tipo llamó a sus amigos y se asomaron los tres. Estaban alucinados con el espectáculo. El más lanzado puso sus manos sobre las tetas de mi mujer y comenzó a amasárselas frenéticamente. Creo que pensaba que yo arrancaría de repente, privándolos del disfrute de ese joven cuerpo, hermoso y vibrante.

Un segundo hombre, al darse cuenta de lo que pasaba, de inmediato metió tambien su mano, poniéndola sobre el coñito de mi esposa. Éste, poco a poco, fue clavándole un grueso dedo, haciéndola gemir de placer, y ella, ya perdido todo pudor, comenzó a mover suavemente su amplio culo y agarrando la muñeca del hombre, trataba de introducirse más profundamente el dedo, mientras restregaba sus blancos y hermosos muslos con desespero.

El tercer individuo, ya viendo lo que pasaba, se lanzó y, bajándose el cierre del pantalón, sacó una polla más larga y gruesa de lo normal, tomó la mano libre de mi mujer y rápido, poniéndoselo en ella, se pegó a la ventana como para que nadie le viese.

Mi esposa, automáticamente, comenzó a acariciar la verga extraña con un nuevo frenesí, producto de su gran excitación. Yo saqué la mía, que estaba a reventar, y comencé a masturbarme. El espectáculo era increíble. De repente, el que acariciaba sus tetas, se levantó y sacando una verga aun más grande que la anterior, la metió por la ventana, tomó a mi esposa por la cabeza y le colocó el glande entre sus semi-abiertos labios. Ella, sorprendida, trató de separarse, pero él no se lo permitió, y creo que en verdad no quiso oponerse, solo reaccionó instintivamente, porque al segundo siguiente, con un suspiro, abrió lo más que pudo su boca y dejó deslizar aquella inmensa polla a través de sus labios, comenzando a darle una mamada espectacular.

Mientras el dedo en su lindo chochito la hacía alcanzar pronto un más que tremendo orgasmo, mi hasta horas antes muy recatada esposita, masturbaba con pasión una verga y chupaba y lamía con fervor la otra, yo por mi parte estaba en un estado tal de morbosidad sexual, lujuria y pasión desbordada, que no sabía qué quería que ocurriera.

No fue necesario que yo hiciera nada, ya que la situación misma y la calentura de mi esposa crearon las condiciones para el final de nuestra aventura exhibicionista, en una forma que nunca soñé. Mi dulce mujercita, sin decir nada, se quitó la máscara de dormir y con rostro de lujuria incontrolada, se sacó el pene de su boca y el dedo de su coñito, abrió la puerta del coche y poniéndose a cuatro patas, puso su rajita depilada y supermojada, así como sus dos hermosas nalgas y su huequito trasero, a la disposición de los tres hombres, procediendo mientras me miraba fijamente a los ojos, a meterse toda mi polla en la boca para comenzar a regalarme una mamada que no olvidaré mientras viva.

El primero en calzarla fue el de la paja, su miembro era más o menos como el mío, aunque un poco más grande. Se la metió en dos tiempos y lentamente, ella no dejaba de suspirar mientras lo recibía. Cuando sintió que lo tenía todo adentro, comenzó a rotar sus poderosas caderas con desesperación, mientras el tipo se la metía y sacaba a toda velocidad.

Yo estaba que no sabía que pensar, pero más pudo el morbo que otra cosa y me dejé llevar por el momento. Este primer individuo le proporcionó un orgasmo tremendo a mi esposa, tras lo cual terminó rápidamente, clavándose por varios segundos y con fuerza hasta el fondo de su vagina, para luego inclinarse sobre ella besándole la espalda.

No bien se retiró, que el de la mamada se colocó tras ella y retomó lo que el otro había estado haciendo, solo que al ser de mayor grosor y largo, su penetración fue más lenta y en más etapas a pesar de la lubricación, iniciando un suave mete y saca hasta que logró entrar por completo en ella, prolongando el orgasmo de mi mujer en forma increíble, mientras mi esposa suspiraba y gemía.

Al igual que al anterior, ella apenas lo sintió completo adentro comenzó a menearse y a apretarlo con sus paredes vaginales como si quisiera ordeñarlo, este tambien se lo sacaba y metía con fuerza aferrado a sus caderas. Mientras disfrutaba de esta visión, vi de reojo al que la dedeó sacarse una verga de proporciones épicas, era larga, muy larga y gruesísima, más larga y gorda que ninguna que hubiese visto antes, con una cabeza del tamaño de una mandarina grande, con unas venas que lo recorrían de la base a la punta, estaba seguro que si mi esposa la veía se negaría a seguir con lo que había hecho hasta ahora.... o quien sabe, quizás no, pensé.

Aquello me potenció la morbosidad y decidí que pasase lo que pasase, tenía que ver a mi esposa clavarse aquella polla en su coño, a cualquier costo.

Cuando volví a mirar a mi mujer, esta subía y bajaba su boca a lo largo de mi miembro con sus ojos cerrados como si estuviera sintiendo el mismo orgasmo inicial, aunque sabía que no era posible, su cara, sus gemidos y la furia de sus meneos al recibir semejante verga en su papo me indicaban que así era.

De pronto sus gemidos se convirtieron en un "¡¡Coooooooñññooooooo, me corrrrrrooooooo!!" prolongado, y se tensó, al mismo tiempo que el desconocido se pegaba a sus caderas halándola con fuerza, como queriendo casi traspasarla mientras le echaba toda su leche adentro. Despues de esta gran descarga, se distendió sin abrir sus ojos, tan solo disfrutando el placer orgásmico.

Ahora llegaba el momento supremo. Al retirarse el segundo hombre, el tercero se colocó en posición de penetrarla, pero primero tomó sus muslos y los separó mas, mientras colocaba su pene apoyando la enorme cabeza entre los gruesos labios vaginales de su rajita, al mismo tiempo que acariciaba sus nalgas y sus dulces muslos.

Mi esposa, sin entender todavía el tamaño de lo que se enfrentaría, al sentir estas caricias se fue relajando con sus ojos cerrados, y mimosa y feliz me masturbaba lentamente. De repente el hombre presionó con su tolete para abrirse paso hacia su vagina, lo que parecía algo imposible de que ocurriese, mi esposa si, entonces lo sintió y se movió hacia adelante levantando violentamente su cabeza, me miró un momento con ojos de terror, como buscando una explicación, yo solo atine a sonreírle sosteniendo su cabeza y a seguir mirando fascinado como ahora el hombre la tomaba de las caderas y el glande de aquella polla descomunal comenzaba a penetrarla. Nada me hubiera distraído de este espectáculo...

Mi esposa gimió alto, mirándome desesperada, y dijo :

- "¿Qué pasa, qué es esto?... ¡Me duele papi, me va a partir, no me cabeeee, no me cabeee!, por favor que no me lo meta, ¡¡Nooooo!!", mientras sacudía su larga cabellera de lado a lado y trataba de desalojar lo poco que le había entrado de la gruesa cabeza, pero el tipo la tenía bien agarrada de las caderas, y además, dada su gran lubricación por sus flujos orgásmicos y los dos lechazos que ya le habían echado, así como de sus bruscos movimientos, en vez de ayudarla a sacarlo solo lograba que le entrara mas.

Mirándome con lágrimas en los ojos, me pidió que la ayudara, yo le dije que se dejara hacer, que nada le pasaría y que recordara que tenía que hacer todo lo que le dijera. Esto pareció resignarla, porque se quedó quieta, y apoyando su cabeza en el asiento se puso más empinada y se abrió más las piernas y rajita con sus propias manos. Con un fuerte suspiro cerró sus ojos y se dejó hacer, mordiéndose el labio inferior, mientras su rostro desencajado denotaba su miedo y dolor. El hombre, lentamente, le metió unas pulgadas más para completar la entrada de la cabeza, mi esposa se arqueó con un quejido pero no dijo nada.

Él la dejó que se acostumbrara por unos segundos y ella se lo agradeció silenciosamente con una sonrisa, volteando a verlo. Era un hombre corriente de mediana edad y tamaño, pero sin duda lo que le faltaba en gracia le sobraba con creces en su talento sexual y el gigantesco pene, que en ese momento le estaba metiendo a mi mujer.

El individuo se recostó sobre mi esposa y la besó en los labios mientras le clavaba un poco mas de su verga, ella en respuesta comenzó a besarlo apasionadamente y succionaba su lengua con fuerza, él se lo sacó hasta el borde de la cabeza y lentamente le volvió a meter lo que le había sacado y un poco más. Ella, entrecortadamente, sin dejar de besarlo, le susurró :

- "Así mi amor... si... dame despacio mi amor... suavecito por favor, lentamente... así mi rey, métemela pero muy suavemente... dale despacio amor... sácala un poco y métemela otra vez, pero suave, mi amor... asiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii".

Esto, inexplicablemente, me puso a millón en vez de cortarme por los celos, agarré nuevamente mi polla y comencé a sobármela mientras mi esposa y ese desconocido se fundían en un acto sexual casi perfecto. Ella empezó a girar su hermoso culo hacia atrás como buscando empalarse en la estaca de carne que la partía en dos, mientras el hombre le acariciaba las tetas y el clítoris, en un movimiento de vaivén con el que cada vez que le sacaba un poco al regresar le metía un poco mas, hasta que finalmente ella logró metérselo casi todo, quedando un trozo afuera que por el grosor parecía que no entraría.

Pero mi mujer, en un acto que todavía me calienta cada vez que lo recuerdo, reunió sus debilitadas fuerzas y con una voluntad más que inquebrantable se separó al máximo sus rodillas y abriéndose lo más que pudo, se empujó hacia atrás y terminó de metérselo, clavándose aquella descomunal verga hasta las bolas, estremeciéndose por el esfuerzo. Los labios vaginales se veían estirados al máximo, casi a punto de romperse.

Durante unos minutos, ninguno de los dos se movió, y fue mi mujer quien inició lentamente un movimiento de caderas que fue creciendo hasta convertirse en un torbellino de pasión desenfrenado, ella iba y venía a lo largo de aquel poste cuyo dueño se limitaba a dejarse hacer, el rostro de mi esposa era una mascara de placer y lujuria desatada como no le vi nunca antes, volteaba para recibir sus besos mientras sus ojos nublados me miraban sin verme, en ese momento no existía para ella nada mas allá del increíble miembro que tenía adentro de su vagina casi que desplazando su útero como me contaría despues.

Sus orgasmos eran incontables y sucesivos, su bello cuerpo se tensaba y arqueaba en oleadas, sus muslos y su vientre temblaban de la intensidad de aquel polvo, así como sus hermosas e inmensas tetas se bamboleaban con fuerza increíble, cuando no estaban en las manos de aquel extraño que hacía a mi esposa esa noche una nueva mujer, que como sabría luego, ya no sería la misma nunca más.

De repente, cuando parecía que ya llegaban juntos al orgasmo supremo, mi esposa se entregó sin más totalmente a él y pasó a ser absolutamente pasiva mientras el hombre la embestía en forma bestial, sacándolo hasta la cabeza y enterrándoselo nuevamente hasta las bolas, a una velocidad increíble. Ella gemía, lloraba, pedía más entre besos y dulces caricias...

- "Amor... así papi, si... así... no lo saques... gracias por este polvo...". Esas y otras expresiones le escuché murmurar, mientras yo tambien me corría por no se cuanta vez.

El hombre le besó prolongadamente mientras los orgasmos de ambos bajaban en intensidad, sus lenguas eran una sola en este beso interminable y lleno de pasión. Sus manos recorrían todo su cuerpo, sus tetas, sus muslos sus nalgas, los labios de su raja todavía estaban llenos de su ahora semi-flaccido pero aun así impresionante miembro, por los cuales comenzaba a salirse una cantidad increíble de semen.

Ella a su vez, volteada hacia él, flexionaba sus músculos vaginales para acariciar y ordeñar su polla, como sin creer todavía lo que había ocurrido, como si no quisiera sacarse le inmensa verga que tanto placer le seguía dando, al mismo tiempo que recorría con la punta de sus uñas su torso y cara.

Luego de algunos minutos de estas caricias, rompieron el beso y sonriéndose se separaron con un sonido como de descorche cuando la cabeza de su polla salió de los labios vaginales, mi esposa hizo entonces algo que nunca hizo conmigo, se abalanzó sobre la polla, la besó y limpió totálmente con su lengua y boca mientras la sobaba y acariciaba diciéndole mimosa :

- "Gracias, gracias... eres la más hermosa verga del planeta, gracias", y la besaba con agradecimiento. Luego, sonriendo, se dejó caer en el asiento con los ojos cerrados y me dijo :

- "No puedo moverme, no tengo fuerzas... Llévame a casa, por favor".

El hombre y sus amigos me dieron las gracias para despedirse, y en ese momento mi esposa me dijo :

- "Por favor, quiero que anotes sus nombres y números telefónicos".

Así lo hice, me despedí de ellos dándole tambien las gracias y partimos hacia nuestro pueblo. A medio camino y sin abrir los ojos, ella me dijo :

- "Quiero que sepas que yo te amo, y te agradezco lo que hiciste hoy, por mi y por ti, pero desde ahora yo nunca voy a dejar de follar con este hombre, espero que lo entiendas y que tú vengas siempre conmigo...".

Este encuentro cambió nuestras vidas, pero ya eso lo contaré en alguna otra ocasión.

Richard.

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