viernes, 12 de octubre de 2007

La venganza de un cornudo

Para meteros en ambiente, tuve una relación con Tina que tan sólo duró 4 meses, yo estaba totalmente enamorado de ella y como un imbécil me manejó. Hasta el punto que por el amor que le tenía, creí todo lo que me dijo cuando me dejó. Su excusa: que necesitaba centrarse en el trabajo.

Luego supe que en los dos últimos meses de relación me los había estado poniendo de forma descarada con un tal Juan. Como no pudo soportar llevar esa situación, finalmente optó por cortar la relación. Me quedé jodido durante casi un año, jodido de verdad en el que estuve a punto de enfermar por darle vueltas a la cabeza mil y una vez.

Como os digo, mi relación era de amor de verdad, al menos por mi parte. La tenía totalmente idealizada y estaba totalmente ciego.

En cuanto al sexo no pasamos del folleteo normal. Alguna vez había intentado que me la chupara o hacérselo yo a ella sin éxito. En ese aspecto era bastante recatada por no decir sosa del todo. Esa si que era una espina que tenía clavada.

Quiso el destino que me volviera a encontrar con Tina pasado dos años sin tener noticias el uno del otro.

Fue por casualidad en una cafetería, yo tomaba un café y ella me vio desde la calle y entró a saludarme. La verdad es que seguía estando buenísima, con ese traje chaqueta y su rubio pelo cayendo sobre sus hombros.

Nos saludamos y la invité a un café, nos pusimos al día en cuestiones triviales como el trabajo y nuestra vida sin entrar en más detalles.

Terminado el café le di mi nuevo número de móvil y le dije que si le apetecía, me llamara cualquier día para seguir con la charla. Nos despedimos sin más con dos besos.

El caso es que recibí un mensaje suyo a la semana siguiente proponiéndome quedar a tomar algo, acepté sin pensarlo. Sentía curiosidad por saber como le habían ido las cosas con el cabrón aquél con el que se acostaba, aunque ella no sabía que yo conocía la historia, intentaría sonsacarle algo.

La verdad es que aquella tarde no iba predispuesto a nada, pero cuando a las 10 de la noche la dejaba en el portal de su casa, me invitó a subir. Prepararía algo de cena para los dos y continuaríamos charlando. En mi mente se forjaba la idea ya de un posible revolcón y no podía desestimarlo aunque a mi mente aun asomaban historias pasadas del cornudo que había sido.

Allí me tenéis en el salón de su casa, terminada la cena, con una copa en la mano hablando sin parar.

Le pregunté por sus amores y desamores, pero como única respuesta fue el cambio de tema. La muy puta no estaba dispuesta a contarme nada y mucho menos la verdad de lo que sucedió en aquél entonces. Ahora lo prefiero, no sé como hubiera reaccionado si al final me hubiera dicho la verdad, así es que seguí su tónica y dejé pasar el asunto.

En un momento se levantó para ir al baño. Cuando volvió se había quitado el suéter y la sola imagen de sus pezones marcando la camiseta me excitó. Sus ojos brillantes por efectos del vino señalaban que era el momento de atacar o desecharlo por completo.

Me armé de valor y cogiendo su copa de la mano la dejé en la mesa y me acerqué para besarla. Lejos de rechazarme su lengua revoleteó en mi boca con ansiedad. Sin más y ante la aceptación, mis manos comenzaron a sobarle las tetas y los muslos. Se me tumbó encima y siguió besándome mientras yo levantaba su falda hasta la cintura para dejarla con el tanga al aire. Cuando le metí la mano entre las piernas, noté que su coño llevaba rato esperando las caricias a la vista de la humedad que desprendía.

En mi mente seguía una idea, follarmela como no pude hacerlo en su día. La venganza estaba escrita y yo la iba a llevar a cabo.

Me incorporé para quitarme los pantalones y el slip al tiempo que ella hacía lo mismo con su falda y el resto de prendas que estorbaban. Mi polla apuntaba al cielo y lejos ya de antiguos miedos y negativas, la agarré por la base y de pie como estaba ante ella le agarré la cabeza por la nuca en clara intención. Su boca abarcó el capullo y comenzó a metérsela y lamerla a lo largo mientras me masajeaba los huevos.

Me senté para estar más cómodo mientras ella seguía con su maniobra. Mi mano le acariciaba el coño empapado y el pequeño orificio del culo, algo sagrado para ella. Aun recuerdo los mosqueos que tenía cuando alguna vez intentaba meterle un dedo por ahí. Ahora parecía tolerante a todo lo que le hacía y yo quería aprovechar.

Después de una buena mamada y temiendo que me corriera antes de tiempo, la separé y le comí el coño. Con las piernas levantadas y bien abiertas, su coñito rubio se abría ante mí con su olor característico que a mí me ponía cada vez más burro.

Sin poder aguantar más, me la follé con toda la dureza posible, mirando la cara de placer y las muecas de gusto que hacía a cada embestida. Le di la vuelta y después de follarmela un buen rato como una perra a cuatro patas mientras le introducía un dedo en el culo, saqué mi polla y la acerqué a su pequeño agujero del culo.

Poco a poco introduje el capullo mientras con gestos de dolor ella volvía su cabeza a cada embestida. Al cabo de unos segundos mis envites eran tan salvajes que sus gritos se debían estar oyendo en la calle.

Le susurré al oído si le gustaba, si quería que continuara follandomela por el culo. Sólo respondió gemidos mientras con su mano se ayudaba acariciándose el coño.

A punto de correrme, me separé y sin mediar palabra le di la vuelta y comencé a darme los últimos meneos con la mano para finalmente correrme en su cara. Creo que ha sido la corrida más salvaje que he tenido nunca. Los chorros de esperma se perdieron en su pelo, sofá, cara y boca que ella se apresuró a cerrar.

Después del polvo y asearme un poco, me despedí con la excusa de haber quedado y le dije que le llamaría. Creo haber recibido una docena de mensajes y llamadas perdidas en el móvil, pero que queréis que os diga, que se joda. Soy de la opinión que sólo me la hacen una vez, y después de todo, la venganza es un plato que se come frío.

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