viernes, 12 de octubre de 2007

La vendimia

Lo que voy a relatar pasó cuando yo tenía 17 años. Estaba en el instituto, necesitaba dinero (mis padres me lo pagaban pero yo también quería aportar algo) y conseguí poder ir a la vendimia en Francia. Me contrataron los franchutes aquellos por medio de un matrimonio conocido de mis padres. Al final me iría con ellos, comería con ellos y me lavarían la ropa a cambio de pagarles por el servicio prestado. Por lo demás iba sólo, incluso dormía en otro lugar en aquel pueblo del sur de Francia. Además iba otro hombre del pueblo: grandote, bastante rudo y con pinta de gandul, aunque bastante gracioso, lo que hacía más ameno el trabajo de vendimiar. Este hombre dormía en el mismo lugar que yo, pero en otra habitación situada en el mismo patio.

El matrimonio estaría por los 40 años, el hombre muy normal en todo, quizás un poco tonto, y la mujer, que estaba bastante buena, lo que se dice jamona, 1,63 de estatura, culo grande y cintura estrecha, tetas normales, pelo negro corto..., y tenían un niño de unos 8 años.

Yo estaba todo el día con ellos, me iba solo para dormir por la noche. El otro hombre se las arreglaba solo para comer y todo. El trabajo era agotador. Siempre nos situábamos juntos los cuatro españoles y así hablando se pasaba la jornada mejor.

Pronto me di cuenta que Antonio y María se llevaban muy bien, casi siempre se gastaban bromas, en fin, que había filing entre ellos. Aunque entre todos había buen rollito y el marido a todo esto también participaba y era bastante simpático. Pero a mí me dio por pensar que a lo mejor había demasiada confianza entre ellos y que la mujer, que al principio parecía muy seria, a lo mejor le gustaba Antonio. No sé, era como si tuviese al marido un poco apartado y todas las atenciones eran para el otro. Y el marido como hecho un tonto detrás.

Yo con cierto morbillo empecé a observarlos: quería ver algo, a ver si se liaban. Y empecé a mirar a María con otros ojos. La que miraba antes como si fuera mi madre acabé observándola como una tía jamona, para darse un buen revolcón con ella. Como pasaba todo el día con ellos no perdía detalle de ella: le veía el canalillo al poner las cosas en la mesa, o una teta encerrada en el sujetador, o se agachaba para coger algo del frigorífico y se le marcaba el culo en el vestido. Siempre sabía del color que llevaba el sujetador. Era como un ritual que hacía todos los días, buscarle el descuido para ver el color del sujetador. Un día levantó el brazo para coger un bote del armario y le ví los pelos del sobaco. Se los quitaba pero ya le habían crecido un poco. Los tenía negros, y esto me excita mucho porque pienso que los pelos del coño tienen que ser iguales.

Yo me llevaba muy bien con ella, pero realmente la miraba como una tía buena a la que de buena gana me follaría. Algunas veces se ponía unos pantalones marrones que le marcaban la raja del culo y todo el coño por delante. Siempre miro a las mujeres la entrepierna: trato de buscar cómo tendrán el coño.

Recuerdo un domingo que me fui con ella y el niño a un parque: llevaba una falda vaquera y cuando se agachó para atarle los cordones al niño le ví los muslos hasta el fondo y la braga blanca que le tapaba el coño. Me fui cuando pude a mi habitación y me hice un pajote pensando en los muslazos ricos que le había visto a María: se me puso la polla a reventar. Paraba cuando me iba a correr y esperaba un poco para que durara más. Ya no pude más y me corrí echando leche como un caballo. ¡Cómo se la hubiera echado a María dentro de su raja con esos muslos abiertos!

El domingo invitaron a comer a Antonio. Al acabar la comida el marido dijo que se iba al bar. Antonio también dijo que se iba con él al bar. Pero al salir observé que detrás del marido, Antonio le dijo algo a María como en secreto y ésta sonrió y asintió con la cabeza. Entonces María le dijo a su marido que se llevara al niño que ella iba a dar un paseo para ver un jardín que había visto a la salida del pueblo. Yo que lo había observado todo me quedé un poco mosqueado, pero me fui con los hombres al bar del pueblo a tomarme un café. Allí había más españoles y todos nos pusimos a hablar. Pasado un rato Antonio dijo que se iba a echar la siesta porque estaba cansado. Después de todo lo que había visto y de mis pensamientos calenturientos, pensé que Antonio y María podrían haber planeado algo. Pagué mi café y salí del bar: dije que iba a dar un paseo a ver si veía alguna chica por allí.

Me dirigí a la casa de María. Al fin y cabo si me veían podía decir que había ido a coger algo de comida. En la cocina no había nadie. Incluso subí al piso de arriba donde estaba el dormitorio. De pronto se me ocurrió algo: Antonio dijo que iba a echar la siesta. Me fui hacia el lugar donde dormía yo, y las habitaciones de Antonio estaban al lado. No había nadie en el patio que compartíamos con los patrones, así que tenía vía libre para espiar. Había un baño que utilizábamos los dos y estaba pegado su habitación. Desde el baño se podía oír lo que pasaba en sus habitaciones. Alguna noche me levanté a mear y pude escuchar las conversaciones. Sin hacer ruido me metí en el baño. Por un momento pensé que mis pensamientos estaban infundados, incluso que yo era un mal pensado. Pero oí la cama moverse. Me separaba sólo un fino tabique y cualquier movimiento lo oía. Escuché movimiento en las sábanas. Pegué el oído a la pared.

Ah, ah, ahhh.... y alguien respiraba muy fuerte. Y el roce con las sábanas. Ya escuché a Antonio:

¿Te dá... así... te dá .... te dá gusto? ¿Te gusta....? ¿Te da gusto en el chocho.... a qué síii.... qué bueno está el pijo.... cómo te gusta.....
Se oía la cama moverse. La voz inconfundible de María decía:
Siii, así.... sigue, sigue.... dame la polla, dame.... tengo el chocho ardiendo.... fóllame, fóllame.... dame tu pollón.... asíiiii, asiiiii,..... fuerteeeee.... que gusto me da .......

Joder, yo estaba que casi me da un mareo. Nunca había oído algo tan fuerte. Nunca había follado, ni siquiera había estado con una chica. Aunque películas porno si que había visto muchas. Pero aquello en vivo y en directo.... y además pensar que era María la que estaba debajo con los muslos abiertos y el coño follado por uno que no era su marido.....
Antonio le decía:

-¿Te gusta.... te gusta.... a que síii.... mira, miraaa... cómo te abre la raja que tienes.... jóderrrr.... qué coño más grande tienes... toma, toma polla....

-Dameeee, dameeee en el coño.... dale, dale mássss... ahhhh. Jódeme el chucho.... asiiii, asiiiii...... ahhhhhhhh.

La cama cada vez se movía más fuerte y la respiración se escuchaba más alta. ¡Qué polvazo se estaban pegando! Se oía el chapoteo de la polla en el coño de María.

-La leche, la leche.... me viene... la tengo en la polla ya.... te la doy dentro, dentrooooo....

-No, espera.... yo quiero que me venga el gusto contigo.... espera. Sácala del coño. Ahora tócame la pepita, tócala...
Hubo un rato de silencio. Le había sacado la polla y ahora tenía la mano en el coño sobándoselo.

Antonio volvió a la carga:

-¿Te viene... te viene ya? Venga, que tengo el pijo chorreando.... que se me sale la leche.

-Espera, espera... dale, dale, que ya, yaaaa, que me corro... venga métemela dentro.

Se oía el movimiento de ponerse otra vez a follar, y la respiración muy agitada.

Antonio decía:

-Toma, toma... leche, toda dentro... te voy a llenar la raja... jóder que chorretones te estoy metiendo..... Anda que el preñao que te estoy dando. Qué gustoooo......

-Que gustoooo, cariño, ahhhh.... ahhhhh. Así, así.....

Enseguida paró la cama de moverse. Supuse que habían acabado. Salí del baño más que nada por miedo a que me vieran por allí. Me faltó tiempo para meterme en mi habitación y cogerme la polla. No me hizo falta meneármela mucho, con sólo tocarla me corrí como una bestia. Luego no sé cuántas pajas seguidas me hice. No se me iba el calentón que había pillado. Lo peor fue por la noche cuando fui a cenar: el morbo que me daba ver a María tan normal con su marido y su hijo, y hacía unas horas que estaba follando como una loca con Antonio. Seguro que llevaba todavía el coño bien caliente, pensaba yo. Cómo se la estaba pegando al tonto del marido.

Disimulaban de cojones. Después no hubo manera de ver nada entre ellos. Sólo un leve tonteo, bromas, pero tampoco nada descarado.
Sólo yo sabía el rollo entre ellos. Cómo follaban los cabrones y los polvos que se metían y las cosas que se decían. Aquello se me quedó grabado.

Un día fuimos a vendimiar a otro pueblo a unos 20 kilómetros. A mediodía unos se fueron a comer al restaurante y a nosotros nos llevaron a un almacén para que comiéramos más cómodos, ya que nos habíamos llevado la comida. Era una nave llena de maquinaria y aperos agrícolas. Había una tabla grande y bancos. Allí comeríamos los cuatro españoles: el matrimonio, Antonio y yo. Había que ir a una panadería que nos habían indicado a comprar pan, y le tocó al marido.

María comenzó a poner las cosas sobre la improvisada mesa. Yo les dije que iba también a la panadería a comprarme algo. Pero mi intención no era ir a comprar sino espiar por las ventanas que tenía el almacén, por si pasaba algo.... Salí y di la vuelta por detrás hasta una ventana lateral desde donde veía más cerca la parte donde ellos estaban. María estaba poniendo un mantel sobre la tabla y empezó a situar cubiertos.

Antonio, que estaba sentado detrás de María así como mirándole el culo, se levantó y cogió a María de la cintura y empezó a restregarse contra su culo. Ella estaba quieta, dejándose hacer. Le subía las manos hasta las tetas y se las masajeaba por encima de la camisa, le bajaba una mano hasta la entrepierna. Le estaba metiendo mano de lo lindo. María sonreía pero también tenía miedo por si venía alguien. Se la estaban jugando.

Sin perder tiempo se fueron detrás de un tractor viejo. Me cambié de ventana para verlos. María estaba de espaldas y se había bajado los pantalones hasta medio culo. Antonio estaba apoyado en la rueda del tractor. Ella se giró un poco y pude verle la polla la Antonio. Aquello era un pedazo pollón. Estaba morcillona, con el pellejo cubriéndole parte del capullo. No la tenía muy larga pero muy gorda, como un pepino. Con razón a María le gustaba tanto: aquello debía darle mucho gusto en el coño. Sólo se la agarró y se la sobó un poco. Duró poco porque no había tiempo, aunque él, ya excitado se cogía el pijo y se lo mostraba a María como retándola. Ella le indicó que se lo guardara y que saliera para fuera. Mientras ella se recompuso: se arregló el pelo, la camisa.... pero para mi suerte, se giró hacia mí. Le ví las bragas blancas, y para acomodarse la ropa mejor pegó un tirón hacia abajo y se las bajó hasta medio muslo.

Qué coñazo tenía la condenada: muy peludo, lleno de pelos negros que enseguida tapó con la braga. Se la ajustó bien al coño, pero todavía le salían pelillos por los lados y el bulto que le hacía el coño en el centro. Los muslos blancos los tenía muy ricos.

Al volver yo, ya encontré al marido que regresaba, y cuando entramos en el almacén allí ya no pasaba nada, todo tan normal.

Tengo que decir que a mí aquello que veía me trastornaba un poco. Yo no había follado nunca, el primer coño que vi fue el de María y oirlos follar. Todo era nuevo para mí y la excitación que llevaba era impresionante. Mentalmente me follaba a María a todas horas. El morbo que me daba era bárbaro.

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