viernes, 12 de octubre de 2007

España versus Ukrania

- ¿Se dice ucranios o ucranianos?



- Pero Maithe, me llamas para hacerme una pregunta tan tonta con todo lo que tengo que hacer.



- Bueno, pues sí, porque vete pensando en qué te vas a poner para comer conmigo, y con ellos, el miércoles.



- ¿Con quién?, estás tará o qué te pasa.



- Pues con dos ucranios o como se diga. De verdad Angie, tendrías que verlos, una delicia de chavales.



- Pero, ¿de qué les conoces?



- Pues del trabajo. Se acaban de incorporar y… oye, que hablan español que da gusto, además, resolviendo problemas informáticos son únicos.



- Ya, ya, pero a qué viene eso de comer con ellos, ¿no hay nadie en tu oficina que quiera ir contigo?, siempre metiéndome en líos, eres única.



- Pero Angie, no me digas que no te apetece echarte unas risas, bueno y lo que surja, con dos bombones del este.



- Bueno, Maithe, sí, ya sabes que casi siempre que quedamos las cosas salen muy bien, pero… qué le voy a decir a mi marido, claro, tú como no tienes compromiso lo ves muy fácil.



- Por eso no te preocupes porque lo tienes facilísimo. ¿No estás un poquito harta del tema de los deportes? Y especialmente ahora con lo del mundial…



- Espera, espera… ¿no es Ukrania el país contra el que España juega el miércoles?



- Premio, veo que lo pillas.



- Pero cacho cabrona, que estarás tramando.



- Pues muy sencillo. La mayor parte de los hombres de este país, y muchas mujeres, van a estar delante de la tele, ¿no?



- Sí, pero los ucranios esos también querrán estar.



- Ahí te equivocas de pleno. Ya está hablado y han aceptado el reto.



- Te temo, Maithe, pero cuenta…



- Pues muy sencillo. La semana pasada hablando del tema de los mundiales y del partido contra ellos les pregunté si habría algo por lo que dejarían de ver el dichoso partido.



- ¿Y?



- Como me esperaba, nada en el mundo les quitaría de estar delante de la pantalla.



- ¿Entonces?



- Pues les reté, poniendo ese tono de voz que tú conoces y que tantas pistas da, a que no eran capaces de comer conmigo y una amiga para demostrar que anteponían las mujeres, aunque fuesen las de los demás, al fútbol.



- ¿Y qué te contestaron?



- Hubo cierta división de opiniones pero Vladimir, el más atractivo de los dos, mirándome directamente a los ojos, me dijo: “Si comer es contigo, yo dejo fútbol para siguiente mundial, te lo prometo”.



- Mírale, que majo. Pero, ¿y el otro?



- Pues estaba claro, lo bueno me gusta compartirlo con mis amigas, jejeje y le dije que había quedado contigo y que me gustaban los partidos equilibrados, por lo menos al comienzo del juego.



- ¿Y lo entendieron?



- Perfectamente, Angie. Así que el miércoles, a las dos y media, hemos quedado en un restaurante que está cerca de mi trabajo y, ahora viene lo mejor, no tiene televisión.



- Claro, no valdría que hiciesen las dos cosas a la vez.



- Además, la apuesta es que no se puede hablar de fútbol durante la comida. Si lo hacen, pagan ellos en el restaurante y… bueno, donde quiera que vayamos después.



- Eres una bruja, pero una bruja divertida, Maithe.

Y así transcurrió el día, con el dichoso partido dando vueltas en mi cabeza. Bueno, no el que iban a jugar los chicos de la selección sino en el que la loca de Maithe me había alineado.

Por la noche, en casa, no se oía otra historia que el encuentro del miércoles. La televisión diciendo cuál era el menú del equipo español, mi marido comentando que comiendo eso no se van a jalar una rosca; un par de llamadas de sus amigos preguntándole dónde iba a comer el miércoles, lo que introducía la cuestión principal: dónde iba a ver el partido. Al final me enteré que habían quedado, los de siempre, en un restaurante casero del barrio, ese día nadie se quedaba a comer en su oficina, coño, había partido. Cuántas veces le había dicho que quedásemos para comer, que no fuese a trabajar por la tarde y le compensaría yo las horas perdidas en el curro, ¡¡Cuántas veces!!

- Cariño, si quieres venirte el miércoles a comer, hemos quedado en la Fragua, ya sabes.



- Sí, ya sé, para ver el jodido partido, ¿no?



- Bueno, más o menos, tampoco te creas que… total, para lo que van a hacer esa panda de vagos.



- Ya, mi querido maridito me lo dice con la boquita pequeña. Por nada del mundo te perderías ese partido, ¿a qué es así?



- Bueno, por nada, por nada…



- Venga, dime una cosa por la que lo perdonarías, vamos…



- Pues… por… por ti, está claro.



- ¿Por mí? Vamos, no me hagas reír. ¿Me estás diciendo que si yo te dijera, mira Juan, me gustaría que fuésemos a comer el miércoles a un sitio dónde no hubiese tele, te pondrías como loco a buscar un sitio así, tan raro?



- ¿Y por qué no puede haber tele? Total, igual le quitan la voz para que se oiga la música romántica del lugar.



- Menudo romanticismo: españoles y ukranios danzando con las notas de las cuatro estaciones de Vivaldi.



- Vaya, que enterada estás, ¿no?



- Ya ves, una cosa es que pase de fútbol y otra es que no sepa quién juega.



- Sí, bueno, pero llamarles ukranios… seguro que en el cole te enseñaron que eran ukranianos.

Y así transcurrió la noche y yo no estaba para jueguecitos en el área. El presionó pero yo no podía evitar compararle con Vladimir, que al momento había elegido otro tipo de juegos frente al omnipresente balompié.

Como la conversación con Juan me había enfadado más que en otras ocasiones en las que se había dado con diferente ambientación, cuando Maithe me llamó el martes…

- ¿Y que ha decidido la señora?, preguntó con aire triunfal, como si ya hubiese reservado cuatro cubiertos.



- Pues sabes lo que te digo, que sí; pero no te creas que ha sido por lo que me ofreces, bueno, algo sí, pero sobre todo por la conversación que tuve ayer con Juan. Por no ser como el Vladimir ese, un loco impulsivo. Echo tan en falta las emociones que él sabía aflorarme que…



- Esa es mi Angie, si señora. Bien, ya les había dicho que vendrías, pero prefería que fueses tú la que lo decidiese, ya sabes…



- Sí, que te encanta mangonear, ese es el problema.



- Bueno, ¿mañana a las dos? ¿Te parece buena hora? No creo que haya problema para salir a esa hora, hay fútbol y tú, desde que cobras del INEM, tienes un buen horario.



- Pero me pasas a recoger, ese es el precio.



- Un beso, Angie.



- Anda, otro para ti, Maithe.

El martes fue un día especial. Estaba cada vez más animada con la cita. No hacía poco que habíamos salido juntas, pero a tomar unas copas, bailar y dejar que algún pesado nos dijera cuatro tonterías, pero esta vez parecía diferente. Me daba en la nariz que Maithe quería tirarse al ukranio, tal y como hablaba del asunto… La conozco desde que éramos niñas y no falla. Cuando hace apuestas con los hombres… siempre gana, y no el posible dinero o lo apostado, no, también le cuenta como victoria llevarse al ganador a la cama, como parte del trato. Nunca apuesta contra un hombre que no le atraiga. No tiene remedio.

Maithe me recogió a las dos menos cuarto. Estaba claro que le había vuelto a mentir a su jefe, igual simuló la cita con un cliente de la empresa que quería solucionar el asunto antes del partido. Vete a saber lo que podía haberle contado; de todas formas, cualquier cosa que le diga le vale, estando tan enamorado de ella como dices estar, le tiene en un puño.

- Vamos Angie, que hoy lo vamos a pasar bien.



- Tira anda, que llegas tarde.



- ¿Cómo que llego? Querrás decir que llegamos, que esto es cosa de dos, bueno, mejor dicho, de cuatro, ¿no?



- Ya veremos, que tú lo tienes muy clarito con ese Vladimir.



- Pues sí, no te lo voy a ocultar. Y le tengo preparada una sorpresa.



- Te temo, ¿qué es?



- Jajaja, siento decirte que también es sorpresa par ti.



- Maithe y sus jueguecitos.

Cuando Maithe trama algo no se lo dice a nadie que ella haya decidido que esté en la trama, a nadie. No he visto mujer tan fastidiosa para los secretos. Nunca te cuenta esas cosas.

Al llegar al restaurante me quedé impresionada. Mi amiga no me había hecho ninguna descripción de los chicos. Ya no hacía falta, me la estaba haciendo sobre la marcha y vaya dos bombones. No sé cuál de los dos sería Vladimir, pero os digo que cualquiera de los dos podía serlo. No me había dicho que eran gemelos. Tez morena, ojos claros, altos, fuertes, el pelo oscuro pero cortado de forma diferente, esa era la única diferencia aparente, porque el porte físico en ambos era excelente. La verdad que, la jodida Maithe, tenía buen ojo, sí. La cosa se presentaba excitante. Una dulce venganza contra la pasión del fútbol de nuestros hombres: españolas contra ukranios y ganásemos o perdiésemos, lo importante aquí era participar, sin duda alguna.

Tras las presentaciones, en las que los besos intercambiados estuvieron a veces a punto de rozar las comisuras de mi boca, decidimos tomar un vino en la barra, antes de pasar a comer. La conversación de ellos no era muy fluida pero a cambio, tenían unas de las sonrisas más atractivas que he visto en un hombre. Eran divinos sin excepción de ninguna de sus partes. Además, no sé si será costumbre en su país, pero no solían hablar sin rozarnos con sus brazos, posar sus manos en nuestros hombros, acariciarnos el pelo livianamente. Vamos, que podían parecer unos sobones, pero nada más lejos de la realidad, eran cariñosos, esa era la explicación. Aunque para mí, concretamente, sus caricias cada vez tenían menos de cariño y más de sensualidad, no lo podía evitar.

Maithe me empujo literalmente para que la acompañase al lavabo.

- ¿Qué te parecen los hermanitos? ¿A qué están como un queso?

- La verdad es que tienes buen ojo, pero no me habías dicho que eran gemelos.



- Bueno, esa es una de las sorpresas, pero no la única.



- ¿Me vas a decir lo que tramas?



- Bueno, desde ya te digo que me quiero acostar hoy, mientras el fútbol con Vladimir, el del pelito más largo.



- ¿Mientras el fútbol?



- Ufff, no sabes el morbo que me da. Ahí toda España contra Ukrania, y yo, bueno, igual nosotras…



- ¿Nosotras?, ni lo sueñes.



- Bueno, pues yo, ahí, abriendo mis preciosas piernas a ese delantero para dejarme colar los goles en propia meta… que morbazo más antipatrio.



- Estás totalmente loca, tía.



- Ya, loca, pero te he visto mirar con unos ojitos a Iván que…



- ¿Qué?



- Pues que parece que no te importaría jugar este encuentro 2 X 2.



- Bueno, hay que reconocer que el chico está muy bien, pero de ahí a acostarme con él, dentro de un rato…



- Venga, salgamos, eso ya se verá que luego se te calienta la boca y eres la primera en todo.

Ellos estaban radiantes y muy orgullosos de su compañía y seguro que también del esfuerzo por no hablar de fútbol y estar dispuestos a perderse el partido, que solo puede suceder cada cuatro años, como si fuese la visita de un cometa. Maithe también estaba impresionante, con su pelo oscuro, ondulado y cayendo sobre sus hombros, esa cara que cuando sonríe tiene medio mundo ganado y al otro medía pensando en decirle que sí. No me puedo olvidar del pecho que la naturaleza y, su madre, le ha regalado, y que ese día llevaba enfundado en una camiseta de amplio escote y ajustadita, como a ella le gustan. Una falda corta a algo por encima de las rodillas y con un ligero vuelo, realzaba su figura al mostrar sus piernas de gimnasio, a lo que cooperaba decididamente, unos tacones no exagerados pero si suficientes como para que ese culito, del que tan orgullosa se siente, diese un toque final y trasero impresionante. No me extraña que Vladimir no quisiera oír hablar de fútbol, por lo menos ese día. Más de una vez le pillé buscando una vía de entrada en el canal de las tetas de mi amiga. Y yo, qué os voy a decir, me había preparado claro, tenía que estar a la altura, aunque con tantas bellezas me di cuenta que no me había esmerado lo suficiente en sacarle partido a mis cositas. También soy morena, aunque me cuesta mucho llevar el pelo largo, y esta vez se asemejaba más al corte de Audrey Tatou, en la película Amelia; tipo francesita con pelo liso y corto, cayendo a ambos lados de la cara. Vamos, parecía una niña buena. Además, me había puesto un vestido, de los que se abrocha por delante y como no he sido tan agraciada en el pecho como Maithe, me había permitido no llevar sujetador, par darme un toque sensual, por si acaso. Es verdad que la cintura del vestido fruncía la de mi cuerpo y me resaltaba el culo, del que yo también estoy muy orgullosa y mi marido, más todavía.

Sin duda, Iván se había percatado de todo mi atuendo, o más bien de la falta de algunas prendas, porque al hablarme, pasaba su mano por mi espalda con la sana intención de saber si llevaba sujetador. Eso a los hombres, aunque sean ukranios les pone enfermos. Yo me dejaba hacer, porque el chico empezaba a gustarme. La delicadeza de sus manos en mi espalda me hacía estremecer y empecé a tener la sensación de que mi vello se erizaba y que mis pezones comenzaban a asomarse al mundo. Así soy. No puedo evitar tener esas reacciones cuando me acarician la espalda.

Nos acercábamos vertiginosamente a las dos y media e Maithe decidió, posiblemente dentro de su plan, que había llegado la hora de comer, por lo que pasamos al comedor que al no tener televisión, tenía una disponibilidad de mesas pasmosas. A Maithe la saludaron como de toda la vida y el encargado nos acompañó hasta una especie de rincón, no era un reservado pero si estaba apartado de la mayor parte de las miradas ajenas. Todo un detalle por su parte.

Una vez en la mesa, el vino empezó a llenar nuestras copas y las conversaciones fueron haciéndose cada vez más interesantes, porque Maithe estaba lanzada y se metía con ellos diciéndoles si creían que merecía la pena pasar esas dos horas con nosotras. Ellos asentían, que cielos e incluso se atrevían a decir que no se les ocurría un lugar mejor en el mundo para estar ahora mismo. Deliciosos.

Siempre había alguien dispuesto a rellenar las copas del frío y exquisito vino blanco que Maithe había elegido. Cada vez eran más directas las indirectas de mi amiga a ambos. Que si en su país, a las mujeres también les gustaba tomar la iniciativa; que si habrían aceptado la invitación si hubiera sido una tal Elena, de su empresa, al parecer no muy agraciada la chica; que si cuanto tiempo llevaban en Madrid y todavía no tenían novia con lo bien que se les veía; vamos, ataque tras ataque que hacía que muchas veces hablasen en su idioma y acabaran riéndose, que falta de respeto pero que sonrisas tan maravillosas tenían los jodidos ukranios.

La verdad es que no sé cómo pasó todo, tuvo que ser el vino, pero cuando me quise dar cuenta, la mano de Iván subía por la banda de mi pierna, mientras seguía hablando con todos, buscando mi área más íntima. Se pensaría también qué había dejado las bragas en casa, el muy cara. Le dejé hacer claro, me estaba empezando a temblar las piernas al sentir el calor de su mano y no iba a romper el hechizo ni cortar la calentura que crecía dentro de mí. No pude evitar abrir un poco las piernas, yo pensé que era casi imperceptible, pero él captó el gesto como una invitación total y en un golpe maestro dejó caer al suelo la servilleta, que truco más viejo, pero que sigue funcionando. Y en el espacio de unos breves segundos, consiguió llevar sus dedos hasta el vértice de mis piernas, echar a un lado el elástico de mis bragas, y pasar un dedo por donde mis labios ya habían comenzado a llorar el elixir oriental. Que jugada en el área, que manos tenía el mamón.

Volvió a la mesa pero a Maithe no se le pasó la expresión que mi cara ofreció cuando fue tocada tan íntimamente y

- Ves lo que te decía, en cuanto pones los pies en el terreno de juego ya no hay quien te pare.



- Ehh, Maithe, eso queas dicho, es trampa, pierdes.



- Pero, ¿qué dices, Vladimir? Yo no he dicho nada que me haga perder.



- Creos queas hablado de palabra prohibida. Dices antes que si hablar nosotros podemos pedir deseo sobre vosotras, ¿no?



- Venga, Vladi, no te hagas líos, nadie ha perdido aún. Además, qué deseo ibas a pedir sobre nosotras, ¿eh?



- Bueno, solo puedo decir si vas a cumplir, claro. Es sorpresa.



- Vaya, ahora resulta que yo soy la única que no tiene sorpresa aquí, o qué. Pues mirar mi sorpresa.

Y ni corta ni perezosa llevé mis manos por dentro de mis muslos, hacia mis pequeñas braguitas, levanté el culo, y tiré de ellas poco a poco, para que se deslizasen sobre mi piel, pasando por mis rodillas y finalmente saliendo por mis pies. Después, las llevé sobre la mesa, y extendidas con las dos manos, se las enseñé a los tres que me miraban con ojos como platos, sobre todo la sorprendidísima Maithe.

- Joderrr, tía, que fuerte. Esa es mi chica, a la que le cuesta empezar. Que pasa que la servilleta de Iván ha desaparecido y se ha transformado en tus bragas. Vaya, tenemos magia y sin saberlo. Eres un punto, cabrona.

Llevábamos varias un par de botellas de vino, pero con la ayuda de los chicos, se podría decir que no habíamos bebido demasiado, lo justo para tener un puntito muy agradable y embaucador. Debo decir que Maithe, algo envidiosa por mi gesta e intentando superarme, como siempre, dejó que Vladimir le quitase a ella su tanga, que él ofreció a los presentes en señal de trofeo deportivo. Se las llevó a la cara, aspiró su aroma y en ese momento, mi amiga no pudo contenerse, la he visto en ese trance y cuando un hombre que le gusta hace eso con sus bragas recién quitadas, pierde el control. Le plantó un beso, largo y profundo, en la boca que me quedé sin habla. Incluso Iván, que en esos momentos andaba buscando lo que mi prenda cubría, cesó en su empeño para disfrutar de la visión de cómo besaban con ardor a su hermano en medio de un restaurante. Efectos colaterales llamo yo a esos momentos, por lo que agarré sus dedos y los llevé directamente a la entrada de mi coño, abrí mis piernas todo lo que pude, y cuando él había introducido un dedo dentro de mí, cerré con fuerza las piernas, y tensé todos mis músculos para atrapar la sensación en mis entrañas. Ufff, que momentos tan intensos.

En el momento en el que las áreas españolas bajo la mesa eran atacadas por la delantera hermana de Ukrania, dieron las tres y comenzaba otro partido muy diferente en tierras teutónicas.

Creo que todo se aceleró entonces. Intentamos mantener la compostura, lo que no era nada fácil, pero bueno, creo que fueron ellos, no lo recuerdo muy bien, los que empezaron a mantener la compostura cuando en más de una ocasión llegó el camarero con las viandas y nos pilló en situaciones merecedoras de tarjeta, por lo menos amarilla, por los marcajes tan estrechos que hacíamos a los delanteros foráneos.

Íbamos por la tercera botella de vino, cuando empezaba a sentirme ligeramente mareada, aunque no tenía toda la culpa el alcohol, no. Necesitaba un poquito de aire y decidí ir al lavabo, a refrescarme mientras traían los postres. Con cierto tambaleo por la flojera de piernas me dirigí al lavabo, que ya conocía, y me dispuse a vaciar un poco la presión que ejercían los líquidos en mi cuerpo y a verter un poquito de agua sobre mi cara, eso siempre me hace bien. Estaba ligeramente inclinada hacia el lavabo cuando de pronto escuché como se abría la puerta del lavabo e Iván, con un brillo especial en los ojos, la atravesaba para acercarse decididamente a mí. Me estrechó con vigor por la cintura y me besó con una pasión tímida que me desarmó. Sabía que iba a follar con ese hombre. Era inevitable. Iván seguía besándome y mi corazón se aceleraba al sentir mis labios avasallados por los suyos y, también, por la excitación que pugnaba por salir de su pantalón, y de la que mi cadera era testigo táctil. Pensé que iba a seguir besándome toda la vida, cosa que no me hubiese importado, pero no teníamos todo el tiempo del mundo, por lo que tiré de él con una energía sorprendente y le hice introducirse conmigo en una de las cabinas. Todas estaban vacías.

Iván se quedó ligeramente obnubilado ante tanta decisión por mi parte y al verle así, indefenso y expectante, decidí que lo mejor era ir al grano. Desabroché su pantalón y extraje su polla que a pesar de no ser grande, como la de los relatos porno, era preciosa, bien hecha, orgullosa y arrogante, por lo que mi reacción fue introducírmela en la boca para empezar a deleitarme con ese regalo. Os diré que me encanta hacerlo, es una pasión que tengo cuando un hombre me gusta, al mío se lo hacía más antes, pero ahora me está dejando de gustar. Disfruto tanto que muchas veces estoy al borde de correrme mientras se lo hago a un hombre, y me suelo ayudar con mi mano para rematar la faena, pero hoy no quería hacerlo. Era un placer tragarme a ese precioso muchacho que acariciaba mi pelo dándome a entender cómo lo estaba disfrutando. Tampoco quería que se corriese en mi boca, porque me había propuesto que me follase, por lo que esperé hasta que sentí que algo en mí se estaba preparando sin haber notado que mi amante estuviese a punto. La saqué de mi boca, le di unos besitos de despedida en la punta de su polla y me di la vuelta, apoyando mis manos en la taza mientras levantaba mi vestido para ofrecerle una buena visión desde la frontal del área chica.

Iba preparado el tal Iván, porque ante la falta de ataque por su parte, me di la vuelta para ver qué estaba haciendo y le vi desenrollar un preservativo. Que cielo, encima un tío con precauciones, que me podía haber follado sin contemplaciones, porque yo estaba chorreando como una perra, pero él, ahí, con la campaña de sanidad. Le ayudé a desenrollarlo sobre su polla porque estaba algo nervioso, pero, eso sí, en cuanto la tuvo bien enfundada, me giró con fuerza para que volviese a mi posición, noté como me separaba los labios de mi coño desde atrás y poniendo la punta de su delantero en mi orificio, de un solo golpe me la clavó hasta el fondo, el muy animal. Ufff, yo solté un gemido que pronto fue acompañado con otros hasta llegar a ser himno continuado. Que afición tenía yo dentro, a pesar de que la delantera de Ukrania había llegado hasta la línea del último defensa. El cabrón sabía atacar, porque con furia estaba bombeando su cuerpo sobre mí, mientras me sujetaba por mis caderas como si fuesen asas de una artesanía viva.

Con ese ritmo no iba a tardar en correrme, y el chaval lo sabía. Estaba decidido a que fuese el equipo del Este el que primero hiciese morder el polvo al otro e iba por muy buen camino. Mis jadeos iban en aumento, y empezaban a ser pequeños gritos que coincidían con las embestidas de aquél bárbaro venido del Este de Europa. Ya no podía más y empecé a insultarle, es superior a mí, cuando un hombre hace que me corra como este lo hacía, comienzo a decirle que es un cabrón, cabrón, cabrón, mira como me tienes, cabrón, cabrón… y la explosión en mi cuerpo ya no tuvo vuelta atrás. Me sentí envuelta por uno de los orgasmos más intensos que recuerdo de los últimos años. Mis piernas temblaban, menos mal que él me sujetaba; tan fuerte fue la sensación que recuerdo que se me escapó hasta unas cuantas gotas de orín, o era que me estaba corriendo casi como los tíos. Me corrían por los muslos y no sé que coño era, solo que el orgasmo se prolongaba hasta que de pronto hasta nuestros oídos llego un gran

¡¡¡GGGGGGOOOOOOLLLLL, GGGGGGOOOOOOLLLLLL!!!

que por la cercanía, la potencia y el idioma, seguro que coincidía con un gol de España, aunque en aquellos momentos era Ukrania la que acababa de meterme un gol de infarto. Coincidencias de la vida.

Me senté sobre la taza, le quité a Iván el preservativo de la inflamada polla y volví a metérmela como una posesa en mi boca, dispuesta a empatar el partido allí mismo, a recuperar la ventaja que me llevaba. Estaba acelerada y la sensación fría de mi coño sobre la porcelana de la taza me estaba haciendo perder el sentido. Apenas podía respirar, necesitaba más aire del que mis fosas nasales podían absorber, pero esa sensación de ahogo era divina y me volvía a disparar. Noté como Iván se tensaba y empujaba su polla hacia el fondo de mi garganta, buscando una penetración total, pero ya os he dicho que no quería que se fuese en mi boca, por lo que aceleré la mamada del extremo de su miembro, mientras con la mano masturbaba el resto de lo que no estaba en mi boca. Eso hace que un hombre no tarde en correrse, me lo enseñó Maithe.

A pesar de la postura y de la estrechez del lugar, tuve tiempo de ponerme en pie, levantar las tapas de la taza, y apuntar su amoratada polla hacia ella mientras le procuraba una paja impresionantemente rápida. Él emitía una especie de gruñido mientras repetía mi nombre: “Angie, Angie, preciosa, sigue, sigue, sin parar, que me voy ya” y diciendo esto lanzó una primera andanada que no pude evitar con el movimiento de su daga que cayese en mi cara, cosa que no mi importó. Después, mi puntería mejoró y dejé que se corriese sobre mi mano, porque sé que a los hombres les gusta hacerlo sobre nosotras, ya sea dentro o fuera, pero de echarlo a la taza directamente ya están hartos. Delante de sus ojos, llevé uno de los dedos manchados por él a mi boca, para después darle un beso con el sabor más íntimo que se puede tener de un hombre. Justo en ese momento se volvió a oír otro estallido que volvió a retumbar en los lavabos:

“GGGGGGOOOOOOLLLLLLL, GGGGGGOOOOOLLLLLLL”

y que sin duda, está vez si que había sido de España.

Una vez repuestos y medianamente aseados, volvimos al salón y allí, Maithe y Vladimir, nos aplaudieron con alegría y nos dijeron que vaya jugada que acabábamos de hacer; que éramos unos cabrones; que no avisábamos sobre la fiesta que habíamos montado, etc. y, la verdad, tenían toda la razón, no iba a contradecirlos, por supuesto.

A todo esto, Vladimir me miro a los ojos y me dijo:

- Sabes, Angie, España nos va ganado dos a cero.

- No Vladimir, eso no es verdad, el partido está empatado: España 1, Ukrania 1, y, no te preocupes, todavía queda la segunda parte.

Con todos mis mejores deseos para la selección, un abrazo para nuestros chicos. Y un gran beso para todas esas mujeres que libran sus particulares encuentros mientras. Espero vuestros comentarios.

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