viernes, 12 de octubre de 2007

El hombre de la casa

Yo estaba casado con una chica maravillosa y comprensiva, siempre era muy atenta conmigo e intentaba satisfacerme en todo lo posible. Yo no salía mucho y trabajaba desde casa, además hace poco nos habíamos mudado y no conocía a nadie de aquí, esta situación sería el principio de mi fin...

Cuando llevábamos un año de casados, nos contamos mutuamente nuestras fantasías eróticas. Yo le dije que de pequeño me gustaba ponerme la ropa de mi madre cuando ésta no estaba en casa, y que esto me excitaba muchísimo; también le dije que había estado tentado de probarme la suya, pero por miedo a ser descubierto nunca lo había hecho, ya que era posible que ella no me comprendiese.

Así, después de sincerarme con mi esposa, ella me dijo que la gustaría verme vestido de mujer. Al día siguiente me puse unas braguitas negras suyas y un sujetador a juego con dos globos blancos que imitaban las tetas, para rematarlo todo, unas medias negras con liguero. La ropa no era exactamente de mi talla pero básicamente no me estaba mal. Así pues, esa noche follamos como nunca y tuve el orgasmo más maravilloso de mi vida.

A partir de entonces, siempre que hacíamos el amor yo me ponía su ropa y me gustaba que fuera ella quien llevase la iniciativa en el juego sexual. Me imaginaba que era follado por mi mujer y le pedía que durante el acto me llamase zorra y puta.

Así transcurrieron los meses y yo no me daba cuenta de que mi mujer cada vez disfrutaba menos en la cama conmigo, primero le pedí que me metiese su consolador en mi culo y que hiciese como si me follase, después la compré un consolador doble, para que ella se lo metiera en el coño y mientras pudiera darme a mí por el culo. Pero lo que no me podía llegar jamás a imaginar era como podía cambiar mi vida de la noche a la mañana por culpa de mi afición al travestismo.

Un día que volvía a casa después de un viaje pensé en darla una sorpresa a mi esposa, ya que no me esperaba hasta un día después. A mi llegada a la ciudad, me fui a unos grandes almacenes y compré un body negro precioso para regalárselo.

Al llegar a casa vi la puerta de nuestra alcoba cerrada, por lo que supuse que quizás ella estaría durmiendo, así que me quité la ropa en el servicio y me probé el que iba a ser su regalo; el body me quedaba perfecto, me puse unos globos de agua a modo de tetas y me encamine hacia el dormitorio para darla la sorpresa, pero la sorpresa fue mía al abrir la puerta y encontrarla en la cama con otro hombre.

Él la estaba follando, a mi esposa, y yo estaba allí viéndoles, vestido con ropa de mujer. En ese momento me fijé en él, tenía una polla enorme y unos cojones magníficos, comprendí que tal y como iban las cosas entre mi mujer y yo, era normal que se hubiese buscado un ligue.

- Así que éste es el maricón de tu marido. Dijo el hombre - Te gusta mi picha verdad, estoy seguro de que te gustaría probarla. Yo no podía de dejar de mirar el inmenso falo, hasta ese momento jamás había tenido ningún pensamiento homosexual, pero en esa situación...

- Seguro que te gustaría chupármela un poco ¿verdad?

Yo no pude disimular el bulto de mi polla en el body , la verdad es que estaba muy excitado, me acerqué y me agaché delante de él, mi mujer no daba crédito a lo que estaba viendo.

- Vamos zorra, mámamela. Dijo él cogiéndome por los hombros.

Cogí el miembro con mi mano derecha y sin pensármelo dos veces me la metí en la boca, cuando empecé a chupar me sentí aun más excitado.

-¿Te gusta mi polla, marica? ¿Sabes? Lo haces muy bien para ser un tío.

Yo empecé a besar sus cojones y la entrepierna, realmente me gustaba.

- Por ahora ya es suficiente, ahora voy a echarle un buen polvazo a tu mujer, mira bien, vas a ver lo que es un hombre de verdad. ¡Maricón!

Mi mujer seguía sin decir palabra, pero la situación también le había excitado a ella, el ver como su marido le hacía una paja a su amante era muy morboso. El hombre empezó a follarla a lo bestia, mi mujer sólo emitía jadeos de placer, mientras yo los veía me empecé a masturbar, al cabo de un rato todos llegamos al orgasmo a la vez. El tío dejó a mi mujer y con su polla chorreando de semen me dijo:

- Ahora, vas a limpiarme la polla con otra mamada, ¿vale? Zorra.

Yo me limité a seguir sus órdenes y se la mamé hasta que no le dejé ni una gota de semen en el badajo, el sabor del semen me encantaba. Después de esto nos acostamos los tres, estábamos exhaustos, y nos dormimos al poco; o por lo menos yo, ya que entre sueños me parecía oír que discutían acerca de la manera mejor de librarse de mí... y desde luego no podía imaginarme lo que iba a pasar a la mañana siguiente, además me di cuenta de que había visto antes en otra parte al amante de mi mujer, en una convección de programadores a la que asistimos mi mujer y yo, quizás allí lo hubiera conocido ella, me dijeron que era un tipo que tenía contactos con piratas informáticos y que estaba metido en cosas turbias.

Me desperté tarde, como acostumbraba, lo primero que me extrañó era que ni mi esposa ni Pablo (su amante) estuvieran. Aún me hallaba con el body de piba, había dormido toda la noche con él, así que me lo quité y cuando fui a echar mano de mi ropa interior ¡Oh sorpresa! No estaba allí, busqué pero no la encontré y enseguida me di cuenta de que en la casa no había nadie, pero a los pocos segundos oí la puerta.

Cuando me dirigí hacia la entrada mi mujer me dirigió una sonrisa forzada y Pablo me hizo un gesto obsceno con la lengua llevándose la mano a su aparato, ambos llevaban un montón de bolsas en la mano que yo no podía acertar a pensar que eran. - Tenemos que hablar. Dijo mi esposa. - Ven conmigo. Me cogió de la mano, me llevó a nuestra alcoba y cerró la puerta.

- Quiero que comprendas, que yo te quiero y que esto va a ser lo mejor para todos. Escúchame: La situación es insostenible, pero para la felicidad de todos lo mejor es que... -

Que yo me vaya, es eso lo que quieres decir.

- No, no es eso, queremos la casa y no te vamos a echar de aquí, creemos que lo mejor es que vivamos todos juntos pero con algunos cambios... Verás lo mejor será que aceptes lo que te voy a decir, o de lo contrario escribiré a tus padres y tus amigos y les contaré que me quiero divorciar de ti y les diré todo lo que hiciste anoche ¿supongo que eso no te gustaría?

- ¿No serías capaz?

- Sí, sí lo sería sino aceptas.

- Supongo que no tengo otra alternativa.

- No, no la tienes.

- Bien ¿de qué se trata?

- Se trata de que desde ahora Pablo va a ser el único hombre de la casa.

- Hombre, creo que eso tampoco es tan difícil de asumir.

- Pero en sentido literal. Es decir a partir de hoy vas a vestir como una mujer, vas a comportarte como una mujer, vas a mear como una mujer, vas a hablar como una mujer. Vas a ser una mujer.

- ¿Qué quieres decir exactamente?

- Pues que hoy te voy a depilar todo el cuerpo, te vas a afeitar bien, y te vas a poner la ropa que te hemos comprado, vas a llevar bragas, medias y sujetador todo el día, te pondrás la peluca y las tetas postizas que hemos comprado y por la noche dormirás con camisón. Vas a ser a partir de ahora una mujer en el sentido más amplio de la palabra ¿en el fondo, no es eso lo que te ha gustado desde siempre?

Yo no podía salir de mi asombro mientras mi mujer me decía esto, pero estaba muy cachondo, sus palabras me habían excitado muchísimo.

- Supongo que sí. Esa frase me salió sin querer.

- Pues vamos a empezar ahora. Mi mujer salió de la habitación conmigo y me llevó al servicio. Me sentó en un taburete y lo primero que hizo fue hacerme con un aparatito los agujeros de las orejas. Después cogió la cuchilla de afeitar y me afeitó todo el cuerpo, el pecho, las piernas, los brazos, las axilas, los cojones, el culo y por supuesto la cara. Luego cogió las tijeras y me recortó el vello púbico para que pareciese el de una mujer, la verdad es que se superó a si misma, hizo un trabajo excelente. Para terminar cogió unas pinzas y me depiló las cejas. Mientras ella hacía todo esto, yo estaba empalmadísimo, mi polla parecía que iba a reventar, ella la miraba de vez en cuando con un sentimiento lastimoso, por llamarlo de alguna manera. Cuando terminó, me puso delante del espejo y me preguntó:

- ¿Qué tal te ves?

- Perfecto.

- ¿Será perfecta en todo caso?

- Sí - dije yo con la voz más femenina que pude poner - estoy monísima, muchas gracias - Le fui a dar un beso de agradecimiento, pero ella se apartó y me dijo seriamente.

- Oye, a partir de ahora vas a tener en cuenta que yo de lesbiana no tengo nada, espero que esto lo comprendas y no intentes hacer conmigo cosas raras ¿de acuerdo?

Yo no podía salir de mi asombro, no podía creer que mi propia esposa me dijera eso.

- Ahora dúchate y sécate, que aun no he terminado contigo.

Cerré la puerta del cuarto de baño y me metí en la ducha, sus últimas palabras me habían excitado aún más y estuve pensando en hacerme una paja, pero decidí aguantar por el momento. Terminé de ducharme y llamé a "mi mujer".

- Ya estás. Bueno, ahora te voy a poner estas uñas postizas en las manos y a pintarte las de los pies.

Las uñas que me habían comprado eran de color rojo, mi mujer sabía bien mis gustos, las de los pies también me las pintó en ése color.

- Aprende a hacer tú todo esto, porque a partir de ahora, lo vas a hacer tú solita.

Cuando terminó, me peinó un poco y me puso la peluca que me habían comprado, era preciosa, el pelo era largo, liso y de color negro, me sentaba fantástica. Por último me colocó las tetas postizas, que eran bastante grandes y super realistas, por cierto, me dijo que el pegamento que había usado para las tetas era permanente y no se podía quitar en semanas.

- Ni se te ocurra quitarte la peluca, las tetas o las uñas. Recuerda lo que eres, por cierto, ¿como quieres que te llamemos?

- Mónica, dije yo con voz dulce.

- Bien, ahora Mónica, vístete, esta será a partir de ahora tu ropa.

Mi mujer me trajo unas bragas y un sujetador de encaje, un ligero y las medias, todo a juego, de color negro. Yo no podía más, cada prenda que me ponía, me excitaba más aun. Pero mi sorpresa llegó cuando mi mujer me dijo a continuación:

- Toma ésta será tu ropa de trabajo.

Ella me dio un uniforme de sirvienta con una minifalda cortísima. Yo no sabía que decir.

- ¿No pensarás que vas a estar aquí sin hacer nada?, a partir de hoy, Pablo se va a venir a vivir conmigo y tú ya no tendrás que trabajar de lo que hacías antes, ahora serás la chacha, harás las camas, plancharás, harás la comida, limpiarás el polvo, etc.

Me limité a callar y me puse la ropa de trabajo, el delantal y los zapatos de tacón que me había traído; me miré al espejo y me gustó mucho lo que vi: una piba de 1,80, morena, con grandes senos, el sueño de cualquier hombre. A continuación, mi mujer me enseñó a pintarme los labios y a maquillarme, el resultado era deslumbrante...

Yo era mucho más atractivo como mujer que como hombre, el resultado saltaba a la vista, era muy femenina, por lo general las veces que había visto travestis, se les notaba un montón que eran tíos, a mí no se me notaba casi.

- Bueno, Sonia, ya hemos terminado.

Salimos del cuarto de baño y fuimos al salón donde estaba Pablo.

- ¿Ya has terminado con la chacha cariño? Dijo él.

- Sí, aquí está, ¿qué tal te parece?

- Desde luego tiene una pinta de zorra que no puede con ella.

Yo me estaba ruborizando, sentía una enorme excitación sexual en ese momento.

- Bueno a trabajar, ahora tienes que ganarte la comida trabajando. Tienes que limpiar el polvo de toda casa, hacer la comida y poner la mesa, además a partir de ahora utilizarás el cuarto de baño de servicio y dormirás en el cuarto de invitados, te hemos dejado allí toda la ropa que hemos comprado, así que tienes que colocarla, mientras tanto Ana y yo vamos a echar un buen polvo, así que no nos molestes, cuando terminemos tiene que estar todo hecho, si no recibirás tu merecido.

Lo que me estaba pasando era increíble, allí estaba yo, travestido con ropa de sirvienta recibiendo órdenes en mi propia casa del amante de mi mujer de que me fuese del dormitorio de matrimonio para que ellos follasen a gusto y mientras tenía que trabajar para ellos de chacha, la situación era denigrante pero no tenía otro remedio, si no ellos contarían a toda la gente que conocía, que era un travesti y un marica, así que mientras pensaba alguna solución para salir del enredo tendría que seguir el juego, además tenía que reconocer que, a pesar de todo, me encontraba muy excitado y la situación era muy morbosa.

Fui a la habitación de invitados y allí me encontré con toda la ropa que me habían comprado: varias bragas, sujetadores, ligeros, bodys, camisones y saltos de cama, medias, ligas, un par de blusas, un top, dos faldas, unos pantalones de chica ajustados, dos pares de zapatos de tacón y otros de plataforma de madera, unas botas muy altas, unas zapatillas de mujer de andar por casa y un uniforme completo de sirvienta, además de un juego completo de maquillaje y manicura.

Todo eso habría costado una burrada y lo habrían comprado con mi dinero, si me habían comprado tanta ropa es que creerían que la nueva situación iba a durar mucho tiempo, empecé a llorar, estaba siendo denigrado, explotado, humillado... aunque después de un rato pensé que yo no iba a dejar que eso durase mucho, o por lo menos eso creía yo entonces...

Coloqué mi ropa en el armario y en la mesilla, el mero hecho de hacer esto me excitaba sobremanera, ahora era como si fuese una mujer de verdad. Después empecé a limpiar la casa como me habían ordenado mientras oía el ruido de la cama y sus jadeos en la habitación de matrimonio, mi mujer estaba siendo follada y yo mientras limpiaba la casa como si nada. Al cabo de bastante tiempo, cuando terminé, fui a hacer la comida pero antes fui al servicio a mear y me acordé de lo que me habían dicho; me subí la falda, me bajé las bragas y me senté en la taza del water, estaba haciéndolo como una mujer, este pensamiento hacía que mi polla estuviera en erección a punto de reventar, cuando terminé me subí de nuevo las bragas y me coloqué la falda bien, pero antes de salir me retoqué un poco con el pinta labios, estaba espléndida, cualquier hombre hubiese soñado con hacerlo con un travesti como yo...

Después de poner la mesa y cuando estaba terminando de hacer la comida oí que me llamaba Pablo desde la habitación, fui y cuando entré vi a mi mujer desnuda exhausta tendida en la cama de espaldas y a Pablo tumbado boca arriba con el pene todavía en erección y chorreando de semen, la visión de este espectáculo, hizo que se me empinara aun más.

- ¿Qué queréis? Pregunté yo con voz de niña ingenua. Mi mujer se dio la vuelta y me dijo: Cómo que ¿qué queréis? Querrás decir: ¿qué querían los señores? A ver si nos tomamos menos confianzas Mónica, tú eres tan solo una pobre chacha y nosotros te estamos manteniendo en nuestra casa. ¿No querrás que te echemos? ¿Verdad? Ahora haz lo que te diga el señor.

- Límpiame bien la polla con la boca, no dejes ni gota de leche. - Yo no podía salir de mi asombro cada cosa que pasaba me sorprendía aun más- Vamos zorra no te quedes ahí parada sin hacer nada, chúpamela.

Me arrodillé al lado del "señor" y se la chupé mientras le miraba a los ojos, lo hice esmerándome todo lo posible, limpiándole bien el capullo por dentro y por fuera, era un verdadero placer hacer eso, ojalá siempre me dejase hacerlo. Mi mujer acababa de ser follada por un tío y yo se la mamaba después, cada cosa que pasaba me hacía perder aun más mi dignidad.

- ¡Muy bien! Eres una puta muy buena. Ahora dame unos calzoncillos limpios y lávame estos.

Cuando le saqué la muda limpia me di cuenta, de que era mi propia ropa la que estaba en los cajones, se había quedado también con toda mi ropa. En menos de 24 horas ese hombre me había quitado mi mujer, mi habitación, mi casa, mi ropa y mi dignidad. Saqué los calzoncillos que y se los di, estaba seguro que hacían esto para que yo me sintiese aun más inferior, el amor que sentía por mi esposa se transformaba en odio, pero no conseguía odiar a Pablo, si no todo lo contrario, era como si le admirase por lo que estaba haciendo, creo que me empezaba a sentir atraído por él.

Luego se fueron a comer al salón, pero no me dejaron comer con ellos, yo era la criada y debía de comer en la cocina. En el resto de la tarde no pasó nada digno de mención, ellos me trataban como si fuera una criada sin más; pero cuando llegó la noche yo no pude aguantar más la excitación acumulada y me hice una paja en mi nueva habitación. Cuando ya creía que no iba a pasar nada más por ese día ya que ellos ya se habían acostado, mientras me estaba poniendo el camisón que debía de llevar para dormir, me llamaron y tuve que ir a su habitación.

- Mónica, estamos muy enfadados contigo, creíamos que habías asumido que tenías que comportarte exclusivamente como una mujer. Te hemos estado viendo lo que estabas haciendo y las cosas no son así, a partir de hoy si tienes alguna "necesidad" la vas a satisfacer con esto, Pablo sacó un consolador femenino de un cajón y me lo dio, yo no sabía que decir y lo cogí con cara de asombro- A partir de ahora no sólo te masturbarás siempre con él sino que deberás llevarlo introducido todo el día en tu culo de puta.

- Pero, eso me puede hacer daño...

- O haces lo que te acabo de decir o atente a las consecuencias.

Su voz autoritaria me excitaba, además después de todo lo que había hecho, ¿qué más daba seguir el juego un poco más? Contesté sumisamente que sí y me volví a mi nueva habitación, allí me unté el culo de vaselina y me introduje el consolador hasta el fondo, me hice un poco de dañó, pero muy poco y en cuanto lo tuve dentro se me empezó a empinar la polla, estaba claro que la penetración anal me excitaba, quizás debía aceptar mi homosexualidad con naturalidad, allí en la cama vestido de mujer con tetas postizas, peluca, un camisón y un consolador en mi culo, no había duda, intenté dejar de pensar en esto y apagué la luz, esa sería mi primera noche como Mónica ...

Al día siguiente, la situación no varió mucho, mi mujer me trataba como si sólo fuese la chacha, dándome órdenes y sin hacerme ningún caso, como si nunca hubiese sido su marido, de hecho, en ese momento lo seguía siendo, pero desde luego para ella parecía haber dejado de existir. Me pasé todo el día con el consolador metido en mi culo y cada vez que me sentaba notaba como este me penetraba más y más, la sensación era muy excitante. A la hora de la comida, yo les tuve que servir; ellos se comportaban como si fuesen un matrimonio desde hacía años. Después se fueron a la cama juntos y volvieron a follar, mientras les oía, me comencé a excitar pensando en la idea de estar en el puesto de mi mujer, sentirse follada por un hombre tan varonil como Pablo, empecé a masturbarme con el consolador, pensando que era la polla de Pablo, entrando y saliendo de mi agujero, así tuve una corrida sensacional, después me volvieron a llamar como el día anterior para que yo le hiciera al señor el servicio de limpieza, cosa que hice con gran gusto.

Así fueron pasando los días; para mí, la situación era morbosísima, el sentirme humillado (o humillada) me excitaba muchísimo, me encantaba comportarme como una mujer; La barba me la teñía de rubio y me la afeitaba todos los días y también me depilaba las cejas y me afeitaba el vello púbico para que pareciera el de una mujer. Todos los días me masturbaba con el consolador y le limpiaba el capullo a Pablo, además de hacer de chacha fregando, limpiando, haciendo la comida, sirviendo, planchando, etc. A la semana, me hice la depilación a la cera en las piernas y me quedaron fantásticas, y al cabo de tres semanas me quité las uñas postizas y me arreglé y pinté las mías de color rojo.

Uno de esos días, Pablo me llamó al dormitorio y me dijo que tenía un regalo para mí por haber sido "buena chica", me dijo que yo ya tendría el culo dado de sí por el consolador que llevaba todo el día puesto y que necesitaría uno más grande; me sacó un vibrador inmenso con forma de polla con cojones incluidos y todo, cuando lo tuve entre mis manos me enamoré de él, parecía casi real, tenía hasta las venas en relieve, no tardé en darle las gracias y me fui corriendo a mi habitación a probarlo. Me subí la falda, me bajé las bragas y me tumbé en la cama, tuve que darme un poco de vaselina en el ojete antes de introducirme el vibrador, pero al final, con algo de dolor, me lo conseguí meter. La sensación era maravillosa, el aparato vibraba en mi culo y me producía oleadas de placer, yo me agarraba a mis tetas postizas mientras mi pene se ponía en erección, así estuve casi cuarto de hora hasta que por fin tuve el orgasmo más maravilloso de mi vida, no importaba que tuviese el culo algo dolorido, había sido fabuloso.

Los días siguieron pasando y yo empezaba a cansarme de tener que ser la esclava de la parejita aunque era muy morboso, había que poner las cosas claras, esa era mi casa y ella era, al fin y la cabo, mi esposa. Pensaba que lo mejor sería que nos divorciásemos, que cada uno se quedase con su parte y viviésemos por separado, así yo podría seguir dedicándome al travestismo en mis ratos libres y a mi aire, además tenía que ir a una entrevista para un nuevo trabajo que había pedido hace tiempo. Así pues un día me fui a hablar con mis "señores" para poner fin al teatro y me llevé la mayor sorpresa de toda mi vida. Después de que ellos hicieran el amor entré en "su" dormitorio y les dije:

- Creo que ya va siendo hora de que terminemos con esta farsa.

- ¿A qué te refieres? Preguntó Pablo.

- A esto, a partir de ahora voy a dejar de ser vuestra sirvienta. Además quiero pedir el divorcio y quedarme con mi parte de la casa y las demás cosas; mañana voy a tener una entrevista de trabajo y todo va a cambiar. Los dos empezaron a reírse a carcajada limpia, yo no podía entender nada.

- Tú, no vas a hacer nada de eso, vas a seguir aquí haciendo todo lo que te digamos, no tienes otra salida, ni otro sitio donde ir. Dijo Pablo.

- ¿Cómo que no? ¿Cómo me lo vais a impedir? Pablo tranquilamente sacó una cinta de vídeo y me la entregó.

Si no haces todo lo que te ordenemos tus padres y tus viejos amigos recibirán una copia de esta cinta donde se te ve maquillándote, vistiéndote de mujer, masturbándote con el consolador, haciéndome una mamada y muchas cosas más.

-¿ Me habéis grabado? Sois unos hijos de puta, si me intentáis chantajear iré a la policía.

-Me temo que no vas a hacer eso.

-¿Por qué no?

-Porque nadie creería a un travestido fichado por la policía con antecedentes de prostitución y estafa.

- ¿De qué estás hablando? - Pablo me dio un carnet de identidad ¡con mi foto! Pero con otro nombre, yo no podía entender nada.

-Escúchame atentamente. Dijo Pablo. Tengo muchos amigos y algunos me deben favores, yo tenía hasta hace un par de días unos problemillas con la justicia y he pensado que lo mejor sería hacer un cambio de identidad, así que me he cobrado viejas deudas y ahora yo tengo tu identidad y tú la de un marica travestido. Si vas a la policía nadie te creerá y terminarás en la cárcel, si les cuentas la verdadera historia, Ana, mi mujer, me apoyará en todo ¿verdad Cariño?

-Por supuesto, amor mío.

-Lo siento mucho, pero lo has perdido todo, no tienes otra salida que obedecernos en todo y así no te pasará nada.

Yo no podía creer lo que estaba oyendo, no tenía nada, no podía recurrir a nadie, no era nadie.

-A lo mejor te interesa saber que me han aceptado en ese nuevo puesto de trabajo que mencionabas, esta mañana he tenido la entrevista. - Yo empecé a llorar.

-No llores Mónica, por lo menos vas a poder ver cumplido tu sueño.

-¿Cuál?

El de ser mujer, a partir de mañana empezarás a tomar estas pastillas todos los días, son para hormonarte, así te crecerán unas tetas en condiciones y no te tendrás que afeitar ni depilar ¿qué te parece?

-No estaréis hablando en serio ¿verdad?

-Muy en serio bonita Dijo Ana -no tienes otra opción.

-¿Y si me niego?

-Pues una noche mientras duermas te castraremos. No lo dudes. En ese momento las cosas cambiaron de sentido, hasta ese momento podía haber salido del juego masoquista en el que estaba metido hasta al cuello en cualquier momento, aunque eso hubiera supuesto perder a mi mujer y otras cosas más, pero si empezaba a hormonarme nunca volvería a ser un hombre como antes; hiciera lo que hiciera, siempre sería su "chacha" y puta particular, pero... no me quedaba otro remedio, esa era la dura y cruda realidad, no había alternativas, tenía que aceptarlo había estado jugando a algo muy, muy peligroso y me tenían bien cogido; pero lo más gracioso era que mientras estaba llorando, totalmente hundido, la idea de hormonarme, de tener unas tetas de verdad, me excitaba. - Supongo que no tengo alternativa ¿verdad? Lo teníais bien planeado ¿eh?

- Desde luego que sí, y me alegro de que hayas comprendido tu situación. A partir de esta misma noche, comenzarás a tomarte dos de estas píldoras tres veces al día.

Pablo sacó de la mesilla un frasco de pastillas y me las dio. - Espero que no intentes dejar de tomarlas o hacer ninguna "trampa" si no nos vamos a dar cuenta enseguida y las consecuencias serán muy desagradables. Ahora, tómate una ya.

Abrí lentamente el frasquito, saqué las dos pastillas me las llevé temblorosamente a la boca y me las tragué; la decisión ya estaba tomada, debía de ir diciendo adiós a mi figura masculina, este pensamiento me martirizaba pero a la vez me ponía a cien, en ese momento tenía la polla a punto de reventar. No dije nada más, me fui directo a mi habitación de chacha con el frasco en la mano, había llegado a esa habitación con aires de gallito pensando en que eso se iba a terminar y me iba absolutamente sin nada, perdiéndolo todo, hasta mi propia identidad y encima había comenzado a hormonarme. Me tumbé en la cama y empecé a llorar como una niña, así estuve una hora, pero después, la idea de tener unos pechos de verdad, grandes y duros, de empezar a tener curvas, un culito respingón, rasgos femeninos... Todo eso hizo que me empezara a masturbar y que cogiera el vibrador y me lo endiñase en el culo, fue sensacional y tuve una corrida impresionante. A partir de entonces las cosas cambiaron un poco, no sólo tomaba todos los días mis hormonas sino que Ana me ponía inyecciones cada dos días en las tetillas y en la zona genital, cada vez que me pinchaba era un verdadero suplicio, ya que los pinchazos eran dolorosísimos, estas inyecciones también eran hormonas y, según me dijo Ana, eran para acelerar el proceso aun más, las dosis que estaba recibiendo eran altísimas pero a ellos eso les daba igual. Yo me intentaba hacer a la idea de mi nueva y definitiva condición de mujer, no había vuelta de hoja, todos los días me tomaba religiosamente mis hormonas y recibía las inyecciones, esperando a que pronto se comenzasen a manifestar los primeros síntomas, y estos no se hicieron esperar. A la semana se me empezaron a hinchar y a doler las tetillas, y los cojones también me molestaban bastante, la dosis de hormonas que estaba tomando era muy fuerte y eso me producía esos dolores, un par de días después me empezó a salir un líquido blancuzco de las tetillas que cada vez tenía más hinchadas. A las dos semanas se me empezaron a abultar los pechos un poco. Yo me intentaba hacer a la idea de que me estaba afeminando y de que ya tendría que vivir como una mujer para el resto de mis días. Ya me había acostumbrado a llevar bragas, medias y sujetador y a andar con zapatos de tacón moviendo las caderas.

Cada día que pasaba me sentía mas humillado (o debería decir humillada) ahora sólo era una pobre chacha que tenía que trabajar como una esclava sirviendo a mis amos, la que hasta hace poco había sido mi mujer y el tío que se la tiraba; No tenía otra salida, ellos me tenían bien cogido. Sin embargo yo me sentía excitado a todas horas del día, cada vez era más coqueta y me acicalaba más, me encantaba acariciar mis piernas recién depiladas y ponerme las medias suavemente y luego los zapatos de tacón, gozaba vistiéndome de mujer y mirándome en el espejo, cada día que pasaba tenía más abultados los pechos así que opté por quitarme las tetas postizas, después de haber pedido permiso a mis amos.

Un día vino una tía a la que habían llamado Pablo y Ana para que me hiciera la depilación electrica en todo el cuerpo y no dejar el más mínimo rastro de vello. La tía me estuvo humillando durante todo el tiempo que tardó en hacer el trabajo, me insultaba y me pegaba bofetadas cuando la venía en gana; cuando llegó a mi entrepierna soltó una enorme carcajada al ver mi polla tan pequeña.

A los dos meses de haberme empezado a hormonar, ya tenía unos senos turgentes con unos hermosos pezones puntiagudos, no tenían nada que envidiar a mis viejas tetas postizas, las mías eran mucho mejores, las caderas se me habían redondeado, ya no necesitaba depilarme, prácticamente no me crecía vello en el cuerpo y mis cojones eran diminutos, mi polla en erección tenía tan sólo ocho centímetros y ya no se me empinaba, había perdido casi por completo la erección, ahora era un travesti impotente.

De esto se habían dado cuenta mis amos y por eso un día me llamaron y me dijeron que tenían algo muy importante de que hablar conmigo.

- Mónica, mi esposo y yo hemos decidido darte una oportunidad de elegir que quieres ser realmente - me dijo mi ama.

- ¿Vais a dejarme marchar? - dije yo ingenuamente creyendo que quizás ya se habían cansado.

- Si demuestras que quieres ser de verdad un hombre, podrás irte y hacer lo que quieras, además te daremos todas tus cosas y te devolveremos tu dinero para que empieces de nuevo.

Yo no acababa de creérmelo, pero parecía sincera, aunque me miraba con cierta sonrisa pícara que no me gustaba nada. De todas formas, esta era la única oportunidad que tenía de escapar de ellos y de poder intentar volver a ser un hombre; dejaría de tomar las hormonas y con algo de cirugía estética podría ser de nuevo el de antes y empezar de nuevo , o eso pensaba yo...

- Quiero ser de verdad un hombre y que acabe todo esto. - le dije a mi ama

- Bien entonces tendrás que demostrar que en el fondo eres un hombre.

- ¿Qué tengo que hacer ?

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