viernes, 12 de octubre de 2007

Dos situaciones casuales

Las dos situaciones sexuales excepcionales que hemos vivido mi pareja y yo no son en absoluto nada elaboradas. Quiero decir que, cuando otros pueden
perderse en prolegómenos de seducción y citas previas con morbo, yo no
puedo, puesto que si algo ha caracterizado a las dos ocasiones que he tenido
cuernos ha sido la más absoluta casualidad. Como son dos historias cortas,
me he decidido a introducir las dos en el mismo relato, para así ofrecer un
poco de más chicha al lector.

Yo soy Julio, tengo 21 años, y mi novia es María, de 20 años. Y somos de una
ciudad de por el sur que no diré. Mi novia es una chica espectacular, con
diferencia la que está más buena de mi clase y de las que más lo están de la
facultad. No es por presumir, pero es que es así. Tiene el pelo largo negro,
un culo precioso y un pecho que, aunque pequeño, atrae por su firmeza. Se
puede decir que soy un tío con suerte.

La primera de nuestras aventuras tuvo lugar una noche de verano el año
pasado.

Por cuestiones familiares, había estado yo dos semanas fuera de la ciudad.
Dos semanas de insoportable abstinencia. Y para colmo, la misma noche de mi vuelta teníamos cita con unas amigas de mi novia y sus parejas. Tres
insoportables parejas pijas de intelectos tan insignificantes como su
simpatía.

Llegó a tal grado de aburrimiento la noche, que a mitad de esta no pude más
que levantarme y gritar:

- Ya no aguanto más.


Y agarré a mi niña y nos fuimos de allí. Por la calle iba tirando de ella,
andando lo más rápido posible. Y ella me preguntó:

- ¿Qué te pasa?

- Que quiero follar, coño.

Ella se carcajeó, y me dijo:

- Y yo, pero esos no son modales.

Como la mayoría de los estudiantes, vivimos con nuestros padres, así que
como picadero sólo nos queda la opción de coger el coche y buscar un sitio
agradable en un arrabal solitario de la ciudad. Eso hicimos esa noche.



Conduje a toda prisa, como un loco enfurecido, hasta uno de estos arrabales
y aparqué en la primera calle solitaria que encontré. Normalmente, me afano
más en buscar. Trato que el lugar además de solitario este oscuro, pero esa
noche me corría una prisa en las pelotas que me iba a jugar una pasada, no
mala, pero si distinta, y que iba a ser el quid de la cuestión.

Quité el contacto y de un golpe de karate (o casi) apagué la radio. Agarré a
mi novia del cuello y le di un besazo tan largo y húmedo que con este solo
me bastó para mojarla. Yo ya venía empalmado de hacía rato.

- Joder, no me pierdas el tiempo con preliminares hoy, que estoy que no
puedo -me dijo.

Y yo le hice caso. Directamente me quité las chanclas y el pantalón corto y
los gayumbos. Mi polla, dura como para doblar una farola de un golpe,
apareció apuntando al norte. Agarré a María con fuerza del cogote y la
empujé contra mi miembro, metiéndoselo hasta el fondo de la garganta de la
primera embestida.

Maria se puso a succionar con fuerza mientras yo le iba bajando los
pantalones y levantando la camiseta. Sólo separó su boca de mi polla cuando
tuvo que quitarse la camiseta de tirantes y para darme algún que otro beso.

En esto que yo pasé a suavizar su pequeño coño con mis dados, hasta que ella notó que era el momento y me montó. Se puso a cabalgar, poniéndome las manos en los hombros y apretando los dientes como una bestia salvaje mientras yo le metía tres dedos en su ano.

A mitad del polvo, noto que el coche está siendo iluminado por una luz
naranja intermitente. Levanto la cabeza y miro a todas partes. Del fondo de
la calle se acercaba un camión de la basura. Rápido, me pongo a buscar donde está el contenedor, albergando la esperanza de que esté antes de la esquina
y así puedan irse sin vernos. Pero no.

Torpe de mi, había ido a aparcar a la boca del lobo. Iba a tener que parar el
polvo más espectacular del año, un polvo por el que llevaba esperando dos
semanas, para ponerme a disimular como si estuviéramos charlando, por que
había aparcado justo al lado del maldito contenedor.

- Mari, vamos a tener que parar, viene un camión de la basura.

- A lo mejor se desvía antes.

- No, el contenedor está justo delante del coche.

- Bueno, a lo mejor no nos ven.

- La calle está muy iluminada.

- Bueno, ahora paramos. Aún está lejos. Déjame un poco más, que estoy a
punto de correrme, no me desconcentres.

- De acuerdo.

Me afané en mover la cintura a toda velocidad mientras con mis tres dedos
estimulaba el culo de mi novia. Ella gemía de gusto. Se estaba corriendo y
yo estaba a punto. Me concentré en la trayectoria del camión para saciar mi
curiosidad y tratar de aguantar un poquito más. Cada vez lo teníamos más
cerca, y las uñas de María cada vez más clavadas en mi espalda.



Cuando sus gritos alcanzaron el climax, la máquina estaba levantando el contenedor y a dos metros de la luna delantera de mi utilitario, dos hombres de unos cuarenta años nos miraban sonrientes.

¿Qué podía hacer yo?. Sé de sobra que no es de agrado que te corten un
orgasmo. Así que simplemente cerré los ojos con esperanza de que al volver a abrirlos esos dos tipos se hubieran largado.

Pero no fue así. Cuando los abrí, mi María seguía cabalgándome, y aquellos
sabuesos mirando notablemente excitados desde su máquina. Ella los miraba
fijamente y se acariciaba las caderas y las piernas. Estaba más excitada que
nunca.

De pronto, sin habérselo pedido yo, Mari sacó mi polla de su coño y la metió
en su culo. Comprendan mi sorpresa. Anteriormente, hemos practicado el sexo anal a lo sumo media docena de veces y todas después de mucho pedirlo y hasta presionar. Pero esta vez no, esta vez había sido cosa suya. Dios bendiga a nuestros espectadores, pensé, y me propuse darle la mayor caña que jamás hubiera recibido mujer alguna. El objetivo estaba claro: destrozarle el culo.

Bombeé con todas mis fuerzas. Se podía escuchar el ruido de mis huevos
chocando con su espalda por lo menos en un kilómetro a la redonda (o así...
jeje). Mientras tanto, los caballeros habían bajado de su camión y estaban
apoyados en el coche mirado cuanto más cerca mejor, y mi novia no paraba de hacerles gestos obscenos con la lengua.

Me propuse rizar el rizo. Tensar la situación al máximo. Ver quién tenía más
sangre fría de los tres. Aunque yo por el calentón que llevaba encima, pocas
cosas frías debía mantener en el cuerpo. Abrí la puerta del coche, agarré a
mi novia del pelo y la hice salir. Ella al principio dudó, pero un fuerte tirón del pelo la hizo ni abrir la boca. En cuestión de segundos, pasó a hacerme un gesto cómplice.

La hice arrodillarse en mitad de la calzada e hincar los codos en el suelo.
Y seguí destrozando su culo. Los tíos no hablaban ni con nosotros ni entre
si. Estaban simplemente alucinados. Y notablemente empalmados, puedo
asegurar por los bultos en sus uniformes.

Uno de ellos era grandullón y gordo, de piel muy oscura, el otro pequeñito y
con una leve tripa con una piel enfermiza.

Mi novia gritaba mezcla de dolor y placer. El delgado se sacó la polla, de un tamaño mediano-grande y comenzó a masturbarse. El otro dudó un poco, y rato sacó la suya, bastante pequeña.

Nos daban vueltas como tiburones, cada vez más cerca, mientras yo taladraba a mi novia sin piedad y esta disfrutaba como nunca antes había hecho. Hasta que pasó lo inevitable. El gordo apoyó su polla en el lomo de mi novia, y esta, en vez de sentirse repelida o asqueada, la agarró con su mano derecha y comenzó a masturbarlo. Esto ya fue demasiado para mi.

No puedo más -grité-, y saqué mi miembro del culo de mi novia y, tirándole de los pelos, la hice enderezarse. Se la metí un par de veces en la boca y acto
seguido me corrí en sus bonitas tetas.

Di un par de pasos atrás y con las piernas temblando observé la situación. Mi novia estaba de rodillas, completamente desnuda, con la polla de un cincuentón gordo en la mano, un chorreón de semen en el pecho y oro hombre
se acercaba masturbándose. Me acerqué de nuevo y le metí la polla
semiblanda en la boca. Ella chupeteaba y saboreaba las gotas de semen que
aún me caían.

Entonces, la agarré de las sienes y dirigí su cabeza hacia la polla del hombre, que en un pis pas se metió en la boca y comenzó a succionar con fuerza. El otro de una zancada se puso a su lado y le pegó la polla a la oreja. Mi novia se volvió y empezó a comérsela.

Mientras se la comía a uno, a otro se la iba pajeando con cariño. Moviendo
sus brazos con dulzura. De pronto, el gordo la agarró con fuerza y apretó su
cara hasta que su barbilla le tocó los huevos. María dio un par de arcadas.
Se la sacó de la boca y, luego de sonreir, hizo lo mismo sin necesidad de
que la empujaran. Los tipos se lo tomaron en serio y empezaron a darle con
mucha fuerza. Parecía que le estaban follando la boca. Y ella respondía como
una profesional.

El más delgado hizo un gesto para que pusiera el culo, pero ella se negó. Y
el tío como represalia empezó a follarle la boca con más fuerza que nunca.
Vi como el caían dos lagrimas de los ojos, pero no hice nada. Se la sacó y
se la pasó al gordo, que estuvo un rato metiéndosela lentamente.

Mierda, me voy a correr -dijo-.

María -le dije a mi novia-, estos hombres van a correrse en tu boca y tú te
lo vas a tragar, ¿vale?.

Ella asintió.

El gordo no aguantó mucho más. Metió su polla en la boca de mi novia y tuvo
unos cuantos espasmos. Ella abrió los agujeros de la nariz con asco, pero me
hizo caso y se lo tragó todo. Poco después, el otro hizo lo mismo.

Una acabado. Los hombres se montaron en su camión y se largaron. Nosotros nos montamos en el coche, la llevé a su casa y me vine a la mía.

No puedo explicar cómo me sentí aquella noche. Los sentimientos son
extraños, confusos, inenarrables. Sobretodo, sentí orgullo de ella por haber
sido capaz de hacer lo que hizo. Pero por otra sentí jubilo, una alegría
imperiosa, por que se había comportado como una auténtica esclava sexual que cumplió todas mis ordenes. ¿Los cuernos? Los luciré con orgullo. Me lo pasé de miedo.

Los siguientes meses los pasamos disfrutando del recuerdo de aquello. Siempre que estábamos en la cama, tarde o temprano salía a colación
semejante hecho. Y es curioso, pero parecía que yo tenía más ganas de
repetirlo que ella misma. Aunque en sus momentos de mayor excitación me
confesaba las veces que se había masturbado pensando en aquella situación e imaginando que aquellos dos hombres la habían follado por todas partes.

Aún así, nunca nos propusimos repetir aquello y la siguiente vez que surgió
algo parecido fue de nuevo fruto de la casualidad.

Fuimos a una ciudad vecina a pasar una semana con la prima de mi novia. Esta chica es un autentico encanto. Como tenía mucho que trabajar y no iba a
poder estar con nosotros, nos dio una llave para que entráramos o saliéramos como nos apeteciera.

Nosotros estábamos justo en época de exámenes, así que en nuestro planning del viaje entraban horas de estudio en una sala de estudio 24 horas cercana además de las visitas turísticas y los paseos de compras (aprovechando, me hice un tatuaje).

Una noche, estando en esta sala de estudio, la sala fue quedándose
progresivamente vacía, hasta que quedamos 7 u 8 personas. Nos salimos a
tomar un descanso a una sala de fumadores que había puesto al lado. Allí
había un chaval de más o menos nuestra edad. María tiene la cualidad de
estar despampanante hasta en chándal, lo que logra sobretodo por su
estupendo culo, y esta noche lo estaba especialmente. Yo tenía un buen
calentón y no paraba de besarle el cuello y acariciarle la barriga.

El tipo no nos quitaba ojo.

María dijo que tenía que ir al baño. Me quedé sentado viéndola alejarse. Y
entonces se me ocurrió que, estando en una ciudad ajena, que pronto nos
íbamos a ir, que nadie conocía nuestras caras, era una locura no hacer una
locura. Así que fui a seguirla al baño.

Entré al baño de mujeres. Abrí la puerta del único reservado que estaba
cerrado y la encontré meando. Esperé a que acabara. Y cuando lo hubo hecho,
la ayudé a levantarse y, sin dejarla subirse bragas y pantalón, la subí en
la encimera del lavamanos y empecé a besarle y a tocarle el coño con las
manos.

Ella no respondía bien.

- Que nos van a ver- me decía-, quítate, coño.

Pero yo la sujetaba con fuerza y ella se iba dejando hacer. Sólo quería
besarla, tampoco pretendía nada más.

En esto que escuchamos unos pasos cercanos, miramos para la puerta y vimos al chico de la sala de fumadores muy quieto, con un bulto en el pantalón, y con los ojos clavados en María. Automáticamente reaccioné para echarlo a empujones, pero María se me adelantó haciendo algo sorprendente: se quitó la camiseta y le preguntó si le gustaban sus tetas. El chico tragó saliva y le dijo que si.

Tenía un bulto grandísimo en el pantalón.

María se acercó andando a pasitos cortos, pues llevaba el pantalón por los
tobillos y le preguntó si le gustaba su culo. El chico la agarró con fuerza
de este y dijo que le encantaba.

La actitud de María me había pillado completamente pro sorpresa. Esa no me
la esperaba, pero estaba dispuesto a no quedarme por debajo.

- Eh, tío, le dije al chaval ¿quieres que mi novia nos coma la polla a los
dos?.

- Oh, si -dijo él muy excitado.

- Pues vas a tener que pagarme 20 euros.

- Sólo tengo 8...

- ¡Nos sirve! -dijo María. Y corriendo se puso a desabrocharle la bragueta a
aquel suertudo.

- Yo me quedé pillado. No sabía que hacer. Pero la situación me excitaba, así que me dejé llevar y dejé caer mi pantalón.

El chico tenía una buena polla. Nada del otro mundo, pero más que la media.
Y María tenía un estupendo día. Se entregó a su labor con dedicación. Subía
y bajaba la cabeza, lamía con la lengua el capullo, dando vueltas y gimiendo. El chico sudaba, yo suaba, María sudaba. Cuánto sudor habia allí. ¡Qué bien me lo estaba pasando!

Estuvo un buen rato lamiéndonosla a los dos, hasta que noté que al chico le faltaba poco. Tenía que tomar una decisión rápida. Si lo dejaba correrse, yo me correría en breve y la cosa se acabaría ahí. Pero yo sabí que mi niña quería pasar a más, así que le puse la mano en el hombro al chaval y le dije:

- Eh, relájate. Aún no es el momento. Tómate un descanso.

Me llevé a María a la pared y la hice apoyarse en esta. Y comencé a follarle
el coño agarrandola de las caderas. Estuve un ratito dándole. Cuando noté
que me venía, vi que el chaval estaba más descansado, desaparecida de su
rostro la angustia.

- Te toca, tío.

Y el chico se sentó en una taza de w.c. con María encima. Estaba preciosa
desde mi perspectiva. Subida sobre un tio que no paraba de magrearle su
culito. Con sus tetas saltando al ritmo del sexo. Con su boca abierta, mordiéndose los labios, los ojos abiertos mirando mi polla.

Ya no puedo más -dijo el chico-, me voy a correr.

María se levantó corriendo y se metió la polla de nuestro nuevo amigo en la
boca. Y este se la llenó de leche con un gruñido contenido.

- Si hubieras aguantado más -dijo María-, podrías haberme dado por culo.

El chico se quedó blanco. Se levantó humillado y se fue.

Agarré a María y le di un largo beso. Y de entre mis brazos se deslizó hacia
mi entrepierna para acabar con la boca lo que ya habíamos empezado.

Después entramos a la sala, recogimos las cosas y nos fuimos.

De camino a casa de la prima, escuchamos unos pasos a la carrera detrás nuestra. Me giré y vi al chico.

- Eh, tíos, eh, tíos. Yo estoy recuperado y tengo aquí la tarjeta de crédito. Si me dejáis saco dinero y por 20 euros repetimos ahora hasta el final -nos dijo muy nervioso.

- ¿Te refieres a darle por culo? -pregunté.

- Si.

- Eso son 50 euros -dijo María burlona.

- Acepto, acepto.

- 100 -dije yo.

- ¡Vale!

- ¡200! -dijo María.

- No tengo tanto dinero. Todo lo que tengo son unos 120 euros. Os lo doy todo para vosotros. ¿Aceptáis?

- No -dijo María, y se dio media vuelta y siguió caminando.

- Lo siento, chaval -le dije a nuestro amigo-, estate atento, otra vez será.

Y me fui, dejándolo hundido al pobre muchacho. Nunca más lo volvimos a ver, claro. Fue una experiencia estupenda.

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