viernes, 12 de octubre de 2007

Cuernos en nuestro viaje de novios

Somos un matrimonio de 25 años yo (Antonio), y de 23 ella (Rosa), llevamos 5 años viviendo en pareja cerca de Sevilla y 12 días de casados. Estábamos de viaje de novios recorriendo el norte cuando sucedió lo que os contamos en este relato.

Después ve visitar varias ciudades, ver a familiares y amigos, estábamos agobiados. Por eso, en esa noche de viernes, Rosa y yo queríamos estar solos a nuestro aire intentando olvidarnos por unas horas de todo el ajetreo que hacía meses nos traíamos en la cabeza, entre los preparativos de la boda, el viaje de novios, los familiares y amigos... Así que decidimos parar un fin de semana solos en un hotel.

Decidimos salir a cenar y después tomarnos un par de copas y celebrarlo echando un buen polvo. Rosa se puso un vestido corto rojo, que realzaba más si cabe el apetitoso culo que tiene, y unas sandalias con tacón alto que estilizaban sus hermosas piernas).

No pude reprimir mi deseo y cuando se agachó a atar una sandalia, sentí un cosquilleo que me recorrió todo el cuerpo. Aquel apetitoso culo estaba diciéndome "cómeme, cómeme"... Le metí mano, me besó dulcemente y acariciándome la bragueta me dijo :

- Tranquilo Antonio, espera a la vuelta, que yo también lo deseo y esta noche voy a hacer que no la olvides.

- ¡Cojones Rosa!... ¿Es que no ves como te has preparado?. Cualquier hombre perdería la cabeza hoy por ti, le contesté mientras volvía a mirarla de arriba abajo. Estaba preciosa, cómo la deseaba.



- ¿No es eso lo que te gusta?... ¿que me deseen?... ¿que piensen en hacer guarradas conmigo?, me dijo con esa maliciosa sonrisa que ella sabe que me provoca.



- Anda, ten un poco de paciencia, ya veo como estás, pero vamos primero a cenar, a divertirnos bailando y tomando unas copas por ahí, que luego a la vuelta, ya te haré lo que quieras.



Pasó la lengua con malicia por sus carnosos labios y yo resignado acepté. Nos fuimos a buscar donde cenar, encontramos varios sitios pero todos estaban ya a punto de cerrar debido a que se nos había hecho tarde al no conocer la ciudad.



Ya empezaba a desesperarme cuando encontramos algo que se parecía a un restaurante. Había un hombre grande, tenía el pelo castaño rizado y cara de intelectual. Vestía de cocinero, y estaba fumando a la puerta de la cocina. Para entrar al restaurante se veía otra puerta, pero nos dirigimos a él…



- ¿Podríamos cenar?.



- No hombre... esto es un club privado, es solo para socios o personas invitadas, están haciendo unas jornadas gastronómicas y yo soy el jefe de cocina que las elabora.



Rosa, con su gran seducción, le explicó que estábamos de viaje de novios, etc, etc. El cocinero no decía nada, escuchaba. Por su elevada estatura (sobre un metro noventa) miraba hacia abajo (seguro que estaba disfrutando del abundante escote de Rosa).



- Bueno... tengo una mesa en un pequeño reservado, pero si queréis cenar tenéis que entrar por la cocina y compartir lo que voy a preparar para mi de cena…, no podéis escoger, yo decido, contestó con firmeza.



Me miró a los ojos, y con descaro recorrió todo el cuerpo de Rosa de arriba a bajo.



- Claro que si, tenemos mucha hambre, lo que tu decidas seguro que está bien, se ve que sabes lo que quieres, contestó Rosa, con decisión, rematando la frase con esa sonrisa maliciosa que ella tanto explota conmigo cuando quiere algo.



La cena estaba exquisita, la conversación fue muy agradable (aunque el 80 por ciento solo hablaban entre ellos, como si yo no estuviera), se veía en él que era un hombre de mundo, con muchas experiencias a sus espaldas.



Mientras tomábamos los cafés y las copas, le preguntamos por discotecas. Nos dijo que la que más le gustaba a él era una de ambiente latino, pero que los fines de semana estaba llena y no encontraríamos mesa, que si queríamos ir, el tenía una mesa reservada en la zona Vip pues era amigo del dueño.



Rosa de inmediato aceptó, le preguntó por lo que debíamos de la cena, pero él, con una amable sonrisa, nos dijo :



- Estáis invitados, compartisteis mi cena…, así que no os procuréis, solo debéis pensar en disfrutar de lo que os queda de noche.



- Vale, pero ya que tú compartiste tu cena con nosotros, nosotros te invitamos a unas copas en la discoteca, y a disfrutar la noche con nosotros.



Carlo, que así se llamaba el cocinero, se fue a duchar por una puerta lateral. Cuando a Rosa le entró las ganas de ir al baño, entró por la puerta que él había entrado. Cuando regresó (un poco nerviosa), me besó, y agarrándome de la bragueta, dijo :



- Ya está terminando de vestirse.



- ¿Por qué lo sabes?.



- Porque al pasar por delante de la ducha estaba poniéndose los calzoncillos y lo vi.



La contestación de Rosa hizo que mi excitación subiera, y sin contenerme le pregunté :



- ¿Lo viste desnudo?.



Ella, con esa maliciosa sonrisa que tanto me descoloca, contestó :



- Si… y por cierto, está muy bien, tiene unos hermosos atributos… Está muy apetecible.



Volvió a sonreírse, apretó mi polla (ya empezaba con los jueguecitos morbosos que tanto me excitan), y apareció Carlo.



Salimos los tres del club con el estómago bien lleno, ahora ya podíamos relajarnos. Nos dirigimos paseando hacia la discoteca. Yo llevaba a Rosa cogida por la cintura, pero de vez en cuando dejaba que mi mano descendiera hasta el culo.



Me di cuenta que Carlo, de vez en cuando, se quedaba un poco atrás, para lanzarle descaradas miradas a su culo. Eso hacía sentirme orgulloso de que un hombre con tanto vivido mirara a mi mujer con deseo. Me estaba excitando mucho.



Aprovechando una de las veces que Carlo se quedaba un poco atrás, apreté una nalga de Rosa y dije al oído :



- Ves cariño, como no soy yo el único que te desea esta noche… ¿Has visto como a Carlo se le cae la baba mirándote el culo?.



- También a ti corazón, se te cae la baba viendo como él me desea... respondió ella abrazándose a mí, besándome de manera perversa, y fue girando lentamente para que Carlo la pudiera observar mejor.



Aquel juego, lejos de irritarme, me empezó a excitar mucho. Notaba como mi polla empezaba a ponerse dura.



Entramos en la discoteca, nos acomodamos en la zona Vip y pronto nos sirvió el camarero. La pista de baile estaba llena de gente bailando.



Entre trago y trago, empezamos una conversación culinaria, y pronto pasamos a los temas sexuales (bueno, más bien, entre Rosa y Carlo). Así que desde arriba, donde estábamos sentados, me puse a contemplar el gran ambiente que había en el local y me fijé en unas parejas, que tenían una forma de moverse que era ciertamente envidiable.



Salí de mi distracción cuando escuché unas voces de mujer que saludaban a Carlo, parecían latinas por sus curvas, pero por el acento y la piel totalmente blanca, me pareció que serian asturianas.



Ellas le pidieron bailar a Carlo y en la misma zona Vip donde estábamos (las mesas estaban bastante distantes unas de otras, además estábamos muy poca gente), se puso Carlo a bailar, primero con una y después con la otra. Quedé sorprendido de como un hombre tan grande bailaba los distintos ritmos latinos que iban sonando, con tanta soltura y movimientos que rozaban lo obsceno.



Pegaban sus cuerpos ente si, se restregaban al compás de la música de una forma totalmente desinhibida, llegando a verles los tangas en muchas ocasiones. Aquello me puso todavía más excitado. Al contemplar aquel espectáculo, las tías se pegaban contra él, con la excusa de mantener el ritmo de la música, se giraban y se restregaban el culo contra su bragueta.



Rosa y yo apurábamos nuestras copas, mientras contemplábamos aquel excitante espectáculo (teníamos una visión privilegiada), acerqué mi boca a su oído (para que pudiera oírme solo ella), le lamí el lóbulo de la oreja mientras le dije :



- ¡Esto es un templo de lujuria!.



- Me parece que si, corazón, aquí estamos todos calientes.



Al ver a Rosa tan excitada, volví a acercarme a su oído...



- Si, creo que se lo habrás contagiado tú.



Rosa me contestó tajante, y cariñosa al mismo tiempo, rematando la frase con esa sonrisa maliciosa que ella tanto explota conmigo cuando quiere algo…



- Si bailaras como Carlo, seguro que me pondrías tan excitada como él me pone.



No podía quedarme sin hacer nada, así que nada más que Carlo dejó de bailar con las tías, y estas se fueron, estreché la mano de Rosa y casi le ordené :



- Anda, vamos a bailar.



Intenté imitar a Carlo cuando él bailaba con las tías aquellas. Le dije a Rosa con una sonrisa picara :



- Vamos a intentar darle a Carlo un excitante espectáculo como él nos brindó a nosotros.



Rosa no contestó, fue arrimando su pelvis a mi ya abultado paquete, yo la cogía por la cintura y la atraía hacia mí hasta sentir sus endurecidos pezones (los tiene enormes, me encanta chupárselos y a ella también que lo haga).



Fuí dejando descender mi mano hasta su culo y cuando la giré hacia donde estaba Carlo, de manera disimulada (como quien no quiere la cosa), fuí subiendo el vestido, sujetando a Rosa, para que no girara y él pudiera disfrutar del espectacular culo de mi Rosa.



Cuando miré a los ojos de Carlo, vi que estaban clavados en el delicioso culo de Rosa, su semblante le delataba, seguro que estaban pasando por su cabeza lujuriosos pensamientos con mi Rosa.



Ella estaba muy excitada, pues se apretaba a mi, y su pelvis no paraba de rozarse contra mi ya abultadísimo paquete. Al sentir a Rosa así, la besé con suavidad y volví a acercarme a su oído, para que pudiera oírme solo ella…



- Carlo te está follando con los ojos, está muy cachondo y seguro que hace realidad tus fantasías de hacer un trío.



- ¿Mis fantasías?... ¿o las de los dos?… Porque tú siempre fantaseas con lo de hacer un trío.



En nuestra relación nos gustaba ese tipo de morbo, y aunque nunca nos habíamos planteado hacerlo en serio, en muchas ocasiones lo habíamos pasado de miedo imaginando dándonos un buen revolcón con otros, sobre todo ella si el tío era grande, dominante, y con una de esas vergas enormes que se ven en los videos porno.



Yo alimentaba esas fantasías, hablándole mientras hacíamos el amor y en la penumbra de nuestro dormitorio mientras pronunciaba el nombre del personaje que yo notaba que la excitaba, diciéndole cosas como…



- Me encanta esa sonriente boca, con esos carnosos labios que tienes, seguro que hacen verdaderas maravillas con esta polla entre ellos…, vas a mamármela a mi, y no al cornudo de Antonio, así que esta noche te vas a esmerar zorra, para que me la pongas bien dura, y después follarte como la puta que eres.



Cuando encontrábamos de copas a un amigo mío (que cumple todas esas características), en cuanto pronuncio el nombre de él, ella se pone como una perra en celo, me regalaba unas mamadas y unos polvos de los que al final merecen fuegos artificiales, pero luego, ya en frió, no se tocaba más el tema.



Estábamos los dos tan cachondos, que necesitábamos descansar y tomar un trago, así que nos sentamos, y seguimos conversando con Carlo, pero de repente él me preguntó :



- ¿Me permites bailar con tu mujer?.



Antes de contestar, le dirigí a mi Rosa una mirada y comprobé que estaba con esa sonrisa maliciosa, expectante ante la repentina pregunta de Carlo, pero no pude contestar pues fue ella la que contestó.



Tomándole de la mano le llevó a bailar. Parecían bailando un oso con una muñeca. La bragueta de él llegaba por encima del ombligo de Rosa, pero eso no impedía que Rosa se pegara bien a él. Sus cuerpos se restregaban ente sí al compás de la música.



Bailaron tres piezas y se sentaron. Después de un trago, Rosa colocó una mano sobre la pierna de Carlo, muy cerca de la bragueta. Por cierto, por la presión que la polla hacía sobre ella, parecía que se le iba a reventar, y con ojos de perra en celo le dijo :



- Bailas muy bien…, me llevas con mucha facilidad…, a mí me gusta que un hombre me dirija de vez en cuando.



En ese momento, me di cuenta que nuestro juego estaba llegado muy lejos, y que de forma totalmente desinhibida, Rosa le estaba invitando a darse un buen revolcón con ella.



Después del tiempo pasado, no acierto a explicarme como pude entrar yo también en el juego, y decir a Carlo lo que en aquel momento escuché saliendo de mi boca, ni siquiera teniendo en cuenta el alcohol que me había metido en el cuerpo, ni lo caliente que yo estaba.



- No se si te diste cuenta Carlo, pero la verdad es que Rosa está deseando que participes en un trío con nosotros.



Al escuchar mi comentario, la expresión de Carlo fue de gran excitación, pero nada mas decir esto, Rosa me dio un cachete con rabia que me hizo darme cuenta de la metedura de pata que había cometido, por no decírselo primero a ella.



Busqué los ojos de Rosa, acariciándome la ardiente mejilla debido al cachete que acababa de darme. Noté un brillo de deseo en sus ojos y descubrí esa sonrisa maliciosa en sus labios que me pone cuando desea algo, aunque también estaba un poco avergonzada, pero apretándome la mano me dio el consentimiento a mi proposición.



– Sería mejor que antes de que se caliente más la situación, marcharnos a un lugar más tranquilo y discreto.



Me acerqué a ella, le di el besó mas apasionado que hasta ese día le había dado, y ella respondió metiéndome la mano dentro del pantalón y acariciándome la polla…



- Es solo un adelanto de lo que te voy a hacer gozar esta noche.



Yo respondí poniendo cara de pervertido, introduciendo mi mano bajo el vestido. Estaba realmente mojada…



- Hoy vas a echar un polvo… de esos de antología.



Me miró a los ojos con expresión de deseo, me estrujó la polla y apretándome la mano tiró de mí y mirando a Carlo dijo :



- Vámonos, que no aguanto más.



Llegamos a casa de Carlo. El salón era enorme, con un sofá enorme de cuatro plazas abundantes, dos de una plaza, un equipo de sonido, una gran televisión con DVD, una mesa baja de madera debajo de la cual estaba una enorme y mullida alfombra. Las paredes estaban pintadas en un color cálido y se veía todo con gran gusto y limpieza.



- Sentaros…, voy a poner unas copas.



La calentura que yo traía era tal, que sentía un dolor en los huevos que empezaba a hacerse incómodo. En cuanto desapareció por la puerta aproveché la ocasión para meterle mano a mi Rosa, mientras la besaba con excitación le fui subiendo el vestido todo lo que pude, hasta que apareció Carlo.



- Bien, serviros y relajaros, no os preocupéis de nada…, espero ser un buen anfitrión.



Rosa estaba casi en el centro del sofá enorme de cuatro plazas con el vestido levantado, las piernas medio abiertas, se humedeció los labios, volvió su cara hacia mí con esa sonrisa maliciosa que tanto me turba, me apretó la mano (en sus ojos veía esa mirada de lujuria, que cuando esta muy caliente me regala), en la cual me expresaba claramente que Carlo sería el afortunado que la iba a follar esa noche.



Entre el alcohol y la gran calentura que dentro de mí recorría, no me dejaba pensar con claridad, y mas acostumbrado a que en nuestra relación, por su carácter, que siempre ha sido más fuerte que el mío Rosa era quien llevaba los pantalones, solo deseaba verla por primera vez gozando de las fantasías que tantas veces habíamos deseado.



Carlo se sentó a su lado, y como si fuera su mujer, lleva su mano derecha al pecho izquierdo de Rosa, lo masajea con toda naturalidad, le pellizcó el pezón (que en asas alturas los tenía duros como si fueran de piedra), y se le escapa el primer gemido a Rosa de esa noche…



- Mmmmmmmmmmm.



Ella reaccionó tirándose a besarle con ansia en los labios, hundiendo su lengua en la boca de él moviéndola con habilidad. Él la separó, se miraron con lujuria, él sacando toda la lengua se la ofreció, mi Rosa con ansia con la boca entreabierta fue a buscarla con ansia se la fue tragando toda y empezó y rodeando con los brazos el cuello de él, mientras con una de sus manos le presionaba en la nuca para hacer mas profundo el besó si cabe.



Entre los besos y las caricias que Carlo le estaba proporcionando, Rosa se estaba derritiendo. Se puso de rodillas en el sofá y de un tirón se sacó el vestido, él le desabrochó el sujetador con gran habilidad (yo nunca lo consigo), ella le miraba directamente a los ojos, con la boca entreabierta, moviendo la lengua de manera lasciva, en sus ojos se veía un irrefrenable brillo de deseo.



Carlo no se movía, solo bajó los ojos hacia su bragueta, y como si fuera una orden, Rosa sumisa empezó a desabrocharle el pantalón, masajeó aquel considerable bulto que presionaba para salir del calzoncillo con mucha suavidad, recreándose con sus caricias en los testículos y mirándole a los ojos con una expresión de zorra caliente, y metiendo la mano dentro de los calzoncillos, se puso a cuatro patas sobre el sofá y mientras le mordisqueaba los labios, le masturbaba con movimientos suaves.



De un hábil tirón, ayudada por un movimiento de caderas de él, le bajó el pantalón y el calzoncillo, apareciendo con fuerza un erecto miembro, que al ser liberado de su forzado encierro, pegó en la cara; Rosa masajeaba con deseo todo lo largo de aquella verga (que por lo menos, era el doble de grande a la mía), con movimientos suaves, y con la boca entreabierta mojándose los labios con la lengua.



Tan excitado estaba, que sin poder contenerme, acaricié el culo, que tan generosamente había puesto Rosa cerca de mi cara, fui bajando la mano hacia su hermoso coñito y al acariciarlo por encima del tanga, mi sorpresa fue encontrarlo completamente mojado. Estaba chorreando, la mojadura era tal, que parecía que se hubiera meado. El muy cabrón de Carlo la estaba poniendo como yo nunca había conseguido.



Aquello aumentó mas la tremenda calentura. Aparté el tanga, y aparecieron unos hinchados labios vaginales, llevé mi boca a aquella apetitosa almeja y fui introduciendo lentamente mi lengua entre las chorreantes paredes vaginales.



Después de unos cuantos lametones, se la pasé por el clítoris, sintiendo salir de la boca de Rosa una exclamación de verdadero placer. Levanté la cabeza y encontré los ojos de Rosa que buscaron los míos, como si esperaran un gesto de aprobación por mi parte.



Carlo tenía la polla más dura que un bastón, con la masturbación que mi Rosa le hacía, y después de mi aprobación con la cabeza, se fue dirigiendo con la boca entreabierta a buscar la punta de aquel hinchado capullo con la lengua.



Tras los primeros lengüetazos, lentamente se la fue tragando si dejar de mirarme a los ojos, hasta que la punta del capullo debió de toparse con la garganta.



Mantuvo la polla dentro de la boca, durante un momento, luego se la sacó de la boca, y pasó la lengua de arriba a bajo, desde el glande hasta los testículos, para entretenerse en chupárselos, metiéndoselos en la boca de uno en uno (recreándose en ello), hasta que empezó a mamársela con ansia, mirándome a los ojos con una cara de vicio increíble.



Carlo le sujetó la cabeza firmemente con las dos manos, agarrándola por el pelo, para marcarle el ritmo de la mamada, mientras le decía lo bien que lo hacía.



- Me encanta como me la chupas, zorra… Asiiiiiiiiii… trágatela, ahhhhhh, sigueeeeee.



Mientras observaba como Rosa se entregaba con tremenda desinhibición que mostraba, mi calentura era tal que le aparté el tanga, abrí con ambas manos las nalgas y acerqué la cara entre ellas, para perforarle el culito con mi lengua.



Los gemidos que Rosa emitía cuando su boca era liberada por la verga de Carlo, demostraban sin ningún lugar a dudas que estaba gozando y entre los dos, estábamos conseguido que sacase la puta que llevaba dentro.



De un salto se subió encima de él, con una mano apartó el tanga, y con la otra llevó la verga hacia su chorreante coño, intentando sentarse sobre él, pero Carlo, con un rápido movimiento, la separó por las caderas, la levantó y como si fuera una muñeca la colocó robre la alfombra, diciéndole :



- Tranquila zorra… no tengas prisa.



- Necesito sentirla adentro ya…, clávamela cabrón…, fóllameeee.



Gritaba Rosa, con una cara de puta que jamás había puesto conmigo. Carlo, sin prisa, se colocó entre sus piernas, y con voz imperativa dijo :



- ¿Cuántas veces le has puesto los cuernos a Antonio, zorra?.



- Nunca cabrón…, nunca desde que estamos juntos estuve con otro hombre que no fuera Antonio…, no soy una puta.



Carlo apartó la mirada de morbo de Rosa, dirigió una fría (de hielo, que llegó hasta hacerme sentir miedo), diciéndome…



- Y tú cornudo, ¿cuántas veces le has puesto los cuernos a la zorra de Rosa?.



- Nunca…, jamás, ella siempre me exigió más de lo que yo podía darle…, así que siempre le he sido fiel, desde que estamos juntos.



Con una mirada fría, Carlo hizo un scanner de mi, sin perderme los ojos, apartó el tanga de Rosa, pasando su hinchada verga por entre los labios mojados de la vagina de ella, y de un empujón de cadera, se la hundió hasta el fondo, haciendo que Rosa emitiera un quejido profundo de placer.



Durante un momento, Carlo estuvo quieto, y después mirando a Rosa, empezó con un movimiento rotatorio de caderas, con el cuál hacía que de la boca de ella saliera una mezcla de gritos y jadeos…



Observando tal escena, confieso que podía verse bien, que aquellos dos cabrones estaban forzando como perros, y mientras él la cabalgaba, Rosa dirigió una rápida mirada, justo antes de volver a encararse con Carlo…



- Así, cabrón…, así…, soy tuya…, tómame así cabrón..., que quiero ser tu puta, le dijo ella con una expresión en la cara de puta que yo jamás le había visto. Y mirándome a los ojos, mientras Carlo la cabalgaba, con empujones de cadera profundos, me dijo :



- Mírame…, me encanta ser follada por Carlo…, mírame bien…, te estoy haciendo un cornudo…, mastúrbate y aprende como se folla a una puta como yo, aprendeeeeeeee…, a follarmeeeee.



En sus ojos conservaba aquel brillo lujurioso que supongo en parte era producido por como la cabalgaba, y en parte por el alcohol ingerido, pero obedeciendo a Rosa me puse a masturbarme como un mono, sintiendo un inmenso placer haciendo que me corriese de inmediato, mientras Rosa le decía a Carlo :



- Ooooh, Dios mío, como me follas cabrón…, necesito que me llenes de leche…, échalo hijo de putaaaaaa…, llename de lecheeee…, que me corroooooooooooo.



La muy puta, abría los ojos, chillaba, clavaba las uñas en la espalda de Carlo, y se retorcía buscando bien la verga que la estaba llenando de leche…



- Ooohh Diosssss…, que ricooooooooo…, soy tu putaaaaa…, échalo toooo…, dooooooo…, hijo de putaaaaaa…, asííííííí.



Se quedaron quietos, en silencio, y después de unos momentos, Carlo, la descabalgó, echándole a su lado. Yo estaba otra vez excitado.



Sin pensarlo dos veces, me coloqué entre sus piernas abiertas, y de un empujón se la clavé, entró sola en el coño de mi Rosa, pues el semental de Carlo había echo un buen trabajo y estaba chorreando, muy caliente, y bien dilatado…



- ¿Aprendiste algo de cómo se folla a la puta de tu mujer?. Estoy llena de leche de mi amante y quiero que veas de cerca como se la voy a mamar, cornudo.



Se dirigió con la boca bien abierta a buscar la verga de Carlo, que con rapidez se empezó a ponérsele dura (casi pegada a mi cara), gracias a la ansiosa mamada que Rosa le estaba proporcionando, cuando mi leche salio como una cascada dentro de aquel maravilloso coño de mi Rosa.



- Bueno, ahora que ya disfrutasteis los dos, voy a disfrutar yo…, así que Antonio…, con esa hábil lengua que tienes, vete abriendo el culo de esta putilla…, que lo voy a penetrar.



Con un rápido movimiento, Rosa me aparto, se puso a cuatro patas y empezó a mamársela con ansia, mirándome a los ojos con aquella cara de vicio increíble. Le acariciaba los testículos, después los glúteos sin dejar de mirar a Carlo a la cara (era la mejor mamada que yo había visto hacer a mi Rosa).



- Trae aquella crema…, y úntale bien el ano a esta zorra…, que la voy a penetrar.



Unté con la crema el ano de Rosa, la colocó otra vez de espaldas sobre la alfombra, y al cruzar muestras miradas, sentí en esos momentos, que por la mente de Rosa pasaban los mismos pensamientos que por la mía. ¿Cómo aquella verga podría entrar en el culito de ella sin destrozárselo, si solo había sido penetrado por mí?.



No tuve mas tiempo tara pensar, pues Carlo, con mucha parsimonía, le sacó el tanga, se colocó entre sus piernas, y con voz imperativa dijo :



- Ahora, con suavidad, me vas a untar la verga a mí…, y para que yo no me engrase las manos vas a colocármela a la entrada del ano de esta putilla y aguantármela hasta que haya entrado la cabeza dentro de ella.



La verdad, yo estaba desconcertado, ya no sabía si molestarme, o dejar que la tremenda temperatura continuara subiendo hasta donde sería capaz de llegar Carlo con mi mujer.



Opté por la segunda y obedecí las órdenes de Carlo, le unté bien la verga (era la primera vez que tocaba una verga que no era la mía), la acerqué hasta el abierto ano de Rosa, viendo como entraba la cabeza de la verga, de un certero empujón de caderas, que Carlo dio.



- Vamos zorra muévete…, mueve el culito…, vete metiéndotela tú…, muéveteeeeeeee.



Rosa, sumisa, empezó a hacer movimientos pélvicos, mientras se masturbaba con lujuria delante de él (nunca lo había hecho delante de mi). El muy cabrón de Carlo era el dueño de la situación.



El rostro de mi esposa era todo un poema, se mordía los labios, cerraba los ojos, los abría desmesuradamente, pasaba la lengua por los labios, emitía unos fuertes jadeos, abría mucho las piernas, transpiraba (Rosa siempre disfrutaba mucho cuando la penetraba yo el culo, pero un arrebato de calentura como el de esa noche yo jamás lo había conseguido).



- Me encanta ser follada por el culo…, que bien me lo haces cabrón..., huuuuuu…, como me gusta… soy tu putaaaaaa, le decía ella con esa cara de puta que antes le había puesto.



Movía las caderas debajo de él, buscando una penetración más profunda, y entonces Carlo, con voz imperativa dijo :



- Apriétate los pezones puta…, apriétatelos fuerte…, y tú, apriétale el clítoris a esta zorra.



Obedecimos los dos, y de un sola embestida se la enterró toda en el culo. Rosa emitió un quejido (más bien, fue un alarido), intentaba escaparse, pero él con lo grande que es y la fuerza que tiene, la tenía bien sujeta. Jamás imaginé que pudiera caber una verga de ese tamaño en el culito de mi Rosa, pero Carlo se la había enterrado toda.



- Sácala, hijo de puta…, me estás rompiendo el culo… sácalaaaaaa.



- Calla zorra…, me dices que eres mi puta…, pues así te voy a tratar, como a una puta…



Rosa pronto dejó de quejarse, y según Carlo, le follaba el culo con suaves movimientos. Ella empezó a jadear, yo no me lo creía, jamás había visto a mi mujer moverse tanto, yo estaba más caliente que el mango de una sartén, y con el arrebato de calentura que teníamos esa noche, mientras los veía a ellos disfrutar, yo empecé a masturbarme otra vez.



Rosa dirigió una mirada hacia mí, quizás buscando sobre mi cabeza los cuernos que ya debían de estar empezando a salir, me dijo :



- Ooohhh Diosssss…, como me folla el culo…, mastúrbate corazón…, quiero verte como te das mucho gusto…, este hijo de puta a mí me esta matando de placer.



De las embestidas que Carlo le daba yo creía que la iba a matar, pero ella aguantaba bien los envistes. Sus gemidos no eran ahogados (como cuando estábamos en casa para que no la oyeran los vecinos), allí se soltó, allí no le importaban los vecinos, allí gemía como una perra.



Carlo era el amo y señor de la situación, tenía a mi Rosa a su merced, y yo, viendo sumisamente como se había adueñado de ella, la tenía a su disposición.



Rosa totalmente desbocada, buscaba sentir su verga bien adentro. Yo, excitadísimo, observaba mientras me masturbaba como los testículos de Carlo chocaban contra el trasero de mi esposa.



- Muévete zorra…, que me voy a correr…, muévete puta y sácame bien la leche.



- Si, si, sííííí…, hijo de puta…, dame la leche…, soy tu puta…, clávame fuerte, que yo también me corroo…, me corrooooooooo.



Mi Rosa sucumbió, no resistió más, y se corrió, entregándose a Carlo, sin resistencia alguna, sin prisas, gozando de la descarga de leche que Carlo, le estaba dando, y diciéndome…



- Aaaaaahhhh Diossssssss…, como me corrooooooooo mi amor, quiero ser su puta…, y tú serás el cornudoooooooo.



La inmensa calentura que me recorría por dentro, hizo que yo también explotara cuando ellos, y de mi verga dolorida saliera el esperma, como la lava de un volcán.



Quedamos tendidos sobre la alfombra, rotos, y tras un buen rato, Rosa se acercó a mí, besándome con dulzura, lamiéndome las orejas y diciéndome :



- Hoy sacasteis de mi una parte desconocida…, yo soy una puta y tú el consentidor…, te puse los cuernos bien puestos…, te juro que no te arrepentirás…, vamos a ducharnos.



Nos duchamos juntos, nos enjabonamos muy bien todos los rinconcitos del cuerpo y después me regaló la mejor mamada que hasta entonces me había hecho, dejándome descargar mi leche en su boca, algo a lo que hasta entonces se había negado). Se levantó, me besó y me dijo :



- Esto es solo el principio, a partir de ahora, te voy a sorprender, seré la esposa caliente que siempre has deseado, y la puta de Carlo…, pero solo de Carlo…, no quiero estar con otros hombres que no seáis tú o Carlo, te quiero mucho…, te amo…. Sécate y dile a Carlo que venga a ducharse conmigo.



Me sequé, salí del baño, le dije a Carlo que Rosa quería ducharse con él, y tras un corto trago de un vaso que estaba sobre la mesa, me quedé dormido en el sofá, hasta que me despertó cariñosamente Rosa, diciéndome :



- Esta noche dormimos aquí con Carlo…, quiero hacerle un buen regalo, por lo bien que nos lo hizo pasar. Te quiero.



Estrechándome la mano, me llevó hasta la habitación de Carlo. Nada mas entrar, estaba el vestidor, y al fondo tenía un gran ventanal. El suelo de la habitación era de una madera oscura (destacaban, unas grandes alfombras, muy blancas), y como el salón, las paredes estaban pintadas en un color calido (también en la habitación, mucha limpieza)…



La cama era enorme, y él se encontraba acostado de espaldas, con la verga tiesa (seguro que mientras yo dormía en el sofá, Rosa se había encargado de levantársela). Rosa se puso a jugar con la verga de Carlo, hasta que de un salto se subió encima de él, con una mano llevó la verga hacia su coño, y sentándose de golpe sobre él le dijo :



- Te voy a cabalgar lo mejor que se…, te quiero dejar sin una gota de leche en los testículos, y después dormiremos abrazados toda la noche, con esa maravillosa verga que tienes dentro de mi…, cabrón…, quiero sentirte dentro de mi toda la noche.



Yo me quedé profundamente dormido y lo que hicieron el resto de la noche, no lo se, pero cuando desperté, Rosa estaba acostada sobre él, y con la verga de Carlo dentro del coño.



Un saludo de un cornudo agradecido, del corneador, pues gracias a él, salimos de la rutina, somos más activos sexualmente, nos deseamos con locura, y hemos consiguiendo que nuestra unión matrimonial sea mas fuerte que antes.

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