viernes, 12 de octubre de 2007

Así empezó todo

Todo empezó en un verano especialmente caluroso, allí por Julio de 2003. Hacía ya unos meses había adquirido una webcam con el objetivo de hacer realidad mi principal fantasía de aquel momento, poder exhibir a mi mujer, cosa que hasta la fecha tan sólo había conseguido en muy contadas ocasiones.

Mi mujer, que para vosotros se llamará Julia, es una mujer de 30 años, rubia, melena larga y ondulada. Su cuerpo, si bien no es escultural, provoca un morbo especial, ya que sin estar gordita, sus curvas y sobretodo sus enormes pechos culminados por unos grandes pezones, hacen de ella una mujer realmente apetecible.

Ella siempre ha sido muy activa sexualmente hablando, pero hasta el momento nos habíamos mantenido fieles el uno al otro, como hacia ya más de cinco años nos habíamos prometido en el altar, basando nuestra relación en la máxima comunicación y confianza aparte de gran cantidad de sexo, eso sí, siempre dentro del matrimonio.

Hacía una semana, había conseguido que Julia accediera a hacer un poco de cibersexo con un chico que había conocido un par de días antes, en algún salón de chat. Él se llamaba Eduard, tenía 38 años y su matrimonio, al parecer, estaba pasando por un momento delicado en cuanto a la actividad sexual.

Tanto él como ella quedaron con ganas de probar aquello que se habían mostrado por cam, así que sin pensármelo dos veces, les propuse a los dos si les apetecería que quedáramos en casa el domingo siguiente por la tarde para conocernos mejor. Ambas respuestas fueron afirmativas, y aquella era la tarde.

Hasta el mediodía podemos considerar que fue como un domingo cualquiera. Nos despertamos sobre las 11 de la mañana y no hicimos nada excepcional hasta después de comer, si bien había en nosotros una mezcla de tensión, excitación y morbo.

No fue hasta después de comer que empezó a ser un domingo diferente. Habíamos quedado con Eduard a las seis de la tarde en nuestro piso y Julia a las cuatro ya se había encerrado en el baño para asearse, relajarse y ponerse hermosa para el invitado. Yo de mientras estaba en el salón viendo la televisión, pero pensando y planeando como debía ser el gran momento de ver como otro hombre, un desconocido, se apoderaba de mi mujercita ante mis ojos.

Y llegó la hora. Julia había escogido como vestidito, un salto de cama negro completamente transparente que dejaba entrever unos pezones erguidos que delataban su estado de excitación.

Sonó el interfono y abrí el portal sin preguntar. Yo fui el encargado de salir a recibir a Eduard. Tras tocar el timbre, abrí la puerta y me presenté a la vez que invitaba a Eduard a entrar en casa. En el salón estaba sentada Julia, la cual se levantó para presentarse, dándole dos besos a Eduard.

Los tres nos sentamos en el sofá del salón quedando Julia entre los que iban a ser sus dos machos esa tarde. Estuvimos charlando durante media hora en la cual pude ver como Eduard se comía cada vez más y más con la mirada, lo mucho que Julia dejaba entrever con aquella ropa.

Ella, aunque algo nerviosa, parecía estar saboreando aquel momento de lujuria dentro del propio matrimonio, y cada vez adoptaba posturas más sinuosas que no hacían más que poner a Eduard como una auténtica locomotora.

En ese momento, tras apagar un cigarrillo que consumí velozmente debido a mi excitación, me recosté hacia mi mujer y le saqué sus dos tetas de su escondite. Empecé a acariciar aquellas tetas a la vez que ofrecí a Eduard la que le quedaba más cerca, aceptando sin dudarlo.

En aquel momento sentí como mi polla empezaba a ponerse dura como nunca y me calentaba al ver a aquel individuo chupando el pezón de mi mujer, mientras ella empezaba a lanzar pequeños gemidos que indicaban lo mucho que le gustaba amamantar a dos tíos a la vez.

Nuestras manos recorrían todo el cuerpo de Julia, desnuda por completo ya que aquella pequeña tela había quedado arrugada dejando al aire las piernas y los muslos de mi mujer. Ella se había acabado de recostar en el sofá, quedando su sexo al alcance de nuestras manos que no tardaron en empezar a explorarlo.

Eduard, que hasta el momento no se había percatado de que mi mujer no llevaba braguitas, empezó a acariciar la parte interna de sus muslos hasta que llegó a su rajita que se abría sin necesidad de tocarla debido a su excitación y ya se encontraba completamente empapada gracias a que era multiorgásmica, y acababa de tener tres o cuatro orgasmos mientras le comíamos las tetas.

En ese momento, mi polla volvió a ponerse aun más dura, al ver como los dedos de aquel desconocido empezaban a acariciar el clítoris de mi mujer, al tiempo que se introducían lentamente en su vagina saliendo completamente empapados en sus jugos al son de unos gemidos cada vez más intensos.

Tras varios minutos dedicados a una pajita interminable a mi mujer, con la cual conseguimos que se corriera varias veces más, yo me levanté a ponerme algo más cómodo al tiempo que me encendía un cigarro y salía del salón para dirigirme al dormitorio, donde me desnudé y me puse tan solo un pantaloncito de deporte corto y unas zapatillas, mientras empezaba a oír los gemidos de mi mujer cada vez mas fuertes.

Mi excitación cada vez era más fuerte, y más cuando al regresar al salón pude ver a Eduard de rodillas delante del chochito de mi mujer, la cual me miraba y se cogía las piernas para mantenerlas completamente abiertas y poder ofrecer su conejito a aquel individuo que al instante empezó a pasarle su lengua de forma muy golosa.

Ella, al contacto con aquella lengua hambrienta, volvió a estremecerse en un orgasmo brutal, empapando la cara de aquel chico, el cual al ver esa corrida aun se puso más cachondo empezando a follar con su lengua la vagina de mi mujer, que se estremecía de placer apretándose con fuerza sus tetas durísimas.

En ese instante, los gemidos de Julia eran muy altos, con lo cual me puse de rodillas en el sofá y saqué mi polla durísima para llenarle la boca y así tapar los gemidos que podían alertar a los vecinos. Ella no dudó en meterse toda mi polla en la boca, ya que estaba como poseída y ya no tenía ningún tipo de tabú. Pude comprobar como Julia y Eduard se miraban a los ojos mientras ella me chupaba la polla y él le hacía lo mismo a ella.

En ese instante, ella se incorporó poniéndose de pie, y le pidió a Eduard que se sentara, empezando a desabrocharle los botones del pantalón mientras él se quitaba el jersey. Poco a poco ella fue deslizando los pantalones de Eduard hacia sus rodillas. Su slip no podía ocultar un bulto bastante grande, el cual Julia recibía con una sonrisa que la delataba. Tenía muchas ganas de probar una polla distinta y estaba apunto de realizarlo.

Con mucha delicadeza estiró de los slips hacia abajo, dando libertad a un miembro más grande que el mío a medio camino de una gran erección. En ese momento, se pudo escuchar a Julia suspirar de placer al agarrar ese miembro que empezó a masturbar haciendo que creciera como por arte de magia.

Por fin lo había conseguido. Enfrente tenía a mi dulce y respetable mujercita preparando una tranca para introducírsela en la boca.

Esta vez era ella la que estaba de rodillas enfrente de nuestro invitado acariciando su polla de arriba a abajo, e incluso pasándosela por sus tetas mientras una de sus manos no dejaba de acariciar la mía...

Fue en ese momento cuando me miró a los ojos, miró a Eduard e inmediatamente introdujo su capullo en su boquita, propinándole una succión que le hizo estremecerse. Luego sacó su lengua y empezó a recorrer aquel tronco de arriba a abajo, sin dejarse ni un solo centímetro por untar con su saliva, para rápidamente volver a introducírsela por completo en su boca y empezar la mejor mamada que le habían hecho nunca a Eduard.

Tan bueno fue su trabajo y tanta la excitación, que Eduard en cinco minutos descargó una abundante corrida en las tetas de mi mujer, quien sorprendida empezó a restregarse aquella crema especial. Al acabar con Eduard y lógicamente aún con ganas de marcha, se vino hacia mí, poniéndose de pie en la punta del sofá, deslizándose poco a poco hacia abajo, quedando por completo clavada en mi polla.

Empezó a mover su culito que estaba a pocos centímetros de un Eduard que estaba recuperando fuerzas mientras tenía un fantástico panorama de una follada en directo que sin lugar a dudas le ayudó, ya que a los pocos minutos ya volvía a estar preparado para ella.

Nos dirigimos al dormitorio. Julia se tumbó en la cama y yo empecé a comerle el chochito de nuevo, mientras Eduard estaba poniéndose un condón para poder follársela. Cuando vi que él estaba preparado, me aparté hacia un lado abriendo con una mano la rajita de mi esposa, haciendo más fácil el camino de aquella polla que de inmediato desapareció dentro de su vagina, empezándose a mover con mucha rapidez, lo que hizo que Julia en algún momento incluso sintiera unos pequeños pinchazos, síntoma de haber sido follada muy salvajemente, pero que en ningún momento hicieron que dejara de sentir un placer incalculable.

Así se la estuvo follando más de 10 minutos. Luego se la sacó, la pusimos a cuatro patas encima de la cama y volvió a meterle toda su tranca, esta vez desde atrás, haciendo que ella gritara de placer a la vez que las envestidas de Eduard la hacían estremecerse y sus tetas le golpeaban su propia barbilla de la intensidad de la follada mientras me propinaba una nueva mamada.

Eduard fue acelerando cada vez mas sus golpes hasta que, tras un pequeño grito de placer, acabó corriéndose mientras seguía follándose a Julia, quien también estaba al borde de la extenuación, a la cual llegó cuando empezó a notar su garganta llena de semen caliente que procedía de mi polla.

Los tres nos quedamos tumbados en la cama. Eduard y yo mirando al techo con los ojos cerrados y Julia saboreando mi leche, que se fue tragando poco a poco.

Una nueva ducha puso punto y final a aquella tarde maravillosa en que, por primera vez, pude ver a mi mujercita ejerciendo de lo que más le gusta, "de putita de su marido".

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